Eugenia Zicavo entrevistó a Claire Keegan (la mencionó como la «revelación literaria irlandesa») y lo publicó en el diario Crítica de hoy. [Pág. 32 del diario, pág. 31 del .pdf]
Claire Keegan es la revelación de las letras irlandesas: entre otros premios, recibió el Rooney Prize for Irish Literature, y la crítica la ha comparado con autores de la talla de Chéjov, Trevor o Carver. Aunque últimamente los críticos no encuentran paralelos demasiado originales para hablar de los cuentistas a quienes quieren destacar y los nombres de Carver o Chéjov suelen ser referentes obligados de cualquier cuento bueno (aunque Keegan tenga poco que ver con Carver, por ejemplo), su literatura merece –más allá de las comparaciones– una atención especial. Su prosa es perturbadora, en ocasiones brutal. Recorre los campos azules (Premio Edge Hill) fue traducido por primera vez al español por Jorge Fondebrider y publicado por la editorial Eterna Cadencia, desafiando la tendencia de que los autores extranjeros llegan a nuestro país traducidos desde España. Los ocho cuentos que integran el libro (muchos ambientados en la Irlanda rural de la cual Keegan es oriunda) vienen “libres de españolismos”, un dato gratificante para los lectores locales. Keegan estuvo en la Argentina y no resultó una mujer de trato fácil: el grabador cerca la incomodaba y las palabras aparecían a cuentagotas. Y aunque a la hora de leer la simpatía de los autores es lo que menos importa, en cada gesto se mostró tan poco indulgente como cada una de sus historias.
Al contar el proceso por medio del que su libro llegó a la Argentina sin hacer escala en España, recuerda: “Conocí a Jorge Fondebrider, el traductor, en la Feria del libro de Guadalajara el año pasado. Me preguntó si el libro estaba traducido al español y si había tenido alguna oferta de traducción porque a él le gustaban las historias y tenía ganas de traducirlo”. Su primer libro de cuentos, Antarctica, fue publicado en 1999 y obtuvo dos premios importantes (el Rooney Price y el William Trevor Price). Su pasión por la literatura empezó tempranamente “leyendo cuentos cuando era una niña y aprendí a leer. Me di cuenta de que eso se podía llevar adonde sea, es como andar en bicicleta, uno puede llevar la bicicleta a cualquier parte. Las primeras cosas que leí fueron fábulas, cuentos de hadas y mitos, Hans Christian Andersen. Supongo que ahí comenzó mi amor por la literatura”.
Keegan descree de las influencias literarias (“trato de no pedirle prestado el estilo a nadie”) pero sí se siente influida por los lugares, las personas y las experiencias. A la hora de hablar de sus lecturas favoritas, la lista no es demasiado larga: “Un autor irlandés que de veras disfruto es John McGahern y amo a Chéjov, a Elizabeth Bishop, a Tolstoi”.
A los 17 años dejó la granja familiar en Irlanda para estudiar literatura inglesa y ciencias políticas en la una universidad de Nueva Orleans: “Yo solamente quería irme de Irlanda, en ese momento creía que era un lugar muy atrasado y realmente quería salir de allí. Conocí a una familia que me invitó a Estados Unidos a quedarme con ellos y entonces fui allí a la universidad. Fue más una vida de suburbios que de ciudad, pero fue un gran shock culturalmente, había mucho delito y una gran segregación entre negros y blancos, fue un enorme cambio para mí”.
Como novelista y cuentista, Keegan hace una diferencia fundamental entre los dos géneros: “Los cuentos venden muy mal en comparación con las novelas. Creo que los cuentos son menos reconfortantes y supongo que tiene que ver con la tensión, que en un cuento es más alta, con muchas más capas, más profunda. Uno tiene que bajar el ritmo para entrar en un cuento antes de poder seguir, una novela no puede sostener ese tipo de tensión por ese plazo de tiempo, uno tiene que interrumpir una novela, ir y hacer diferentes cosas, pero no con un cuento”.
La autora de Recorre los campos azules no es muy optimista a la hora de retratar familias en sus ficciones y tiene un porqué: “No veo a las familias como lugares muy dulces y felices, creo que a menudo tienen secretos muy oscuros y no son lugares confortables y amorosos. No veo la vida familiar necesariamente como un camino feliz”
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