Por P.Z.
“Si esta fuera una mesa sobre Bolaño, seguro habrían venido más de 50 personas”. Promediando la charla, Damián Tabarovsky, se animó con una definición sobre el perfil entre perdedor y de culto de Mario Levrero.
Ayer se presentó en la librería La novela luminosa de Mario Levrero con una charla abierta entre Luis Chitarroni y Damián Tabarovsky. La charla comenzó con media hora de retraso (a las 19.30) empujada en parte por la tolerancia esperable para estos eventos y en parte por la escasa concurrencia. Esto último, que en principio parecía conspirar contra la expectativas, generó un ambiente de intimidad y proximidad, muy agradable. Creo que se consiguió un diálogo mucho más rico.
Chitarroni comenzó leyendo un texto a modo de disparador un semblante de Levrero. De La novela luminosa afirmó que lleva el costumbrismo al extremo, y que en Levrero se sintetizan los estilos contrapuestos de Kafka y Onetti.
Tabarovsky definió la novela como la historia de no poder escribir una novela, el escritor neurótico que no puede con su impotencia. Paradójicamente, para él, esta obra consagra definitivamente a Levrero: parafraseando a Barthes, que había dicho que toda lo escrito por Proust lo había preparado para En busca del tiempo perdido, Tabarovsky dijo que toda lo escrito por Levrero lo preparó para La novela luminosa y El discurso vacío. (Yo no estoy tan de acuerdo: pongo por caso la gema Dejen todo en mis manos; pero no era yo el que estaba ahí adelante, si no Damián).
Sobre el final, ambos coincidieron en la imagen de perdedor (looser dijeron) que tiene Levrero. Allí surgió esa comparación con Bolaño que utilicé para abrir esta croniquita. Tabarovsky dijo que Anagrama parecía estar ganando cada vez más con Bolaño y se maravilló del esfuerzo que Mondadori hace con esta novela Levrero que, seguramente, vaya a saldo en poco tiempo. Esa diferencia entre el escritor con estrella y el escritor perdedor la resumió Chitarroni: Bolaño («no es mi taza de té», dijo) es un escritor millonario en historias mientras que con Levrero hay que dejarse vencer por su singular estilo.
OK: no es una gran crónica; en todo caso es bastante pobre: prometo resarcirme con la desgrabación.
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