Darío Brenman leyó Fantasmas de Malvinas, de Federico Lorenz. La reseña salió hoy en el Suplemento Cultura del Diario Perfil.
En Fantasmas de Malvinas, un libro de viajes, su autor, Federico Lorenz, relaciona diferentes géneros: ensayo, crónicas de viaje e historia, para sostener un conmovedor relato sobre las heridas abiertas que dejó la Guerra de Malvinas. El autor invita al lector a pensarse un poco como el título del libro, «porque para un fantasma el tiempo no es importante, pero el espacio sí. El lugar, para el fantasma, es su razón de ser tanto como la muerte que lo transforma en tal y le niega el reposo. Y esto no tiene que ver con cuestiones territoriales, sino vivenciales».
Lorenz reactualiza la guerra de 1982 en base a imágenes y sensaciones propias, a ideas previas alimentada por lecturas, conversaciones, escritos y vivencias, pero sobre todo aclara «por la voluntad de escuchar». Todo eso le permitió el recorrido por las islas, analizar el paisaje, sus pobladores y las zonas donde ocurrieron los combates y las muertes más cruentas del conflicto bélico. En su recorrido aparecen escenarios donde todavía encuentra lonas de carpa que se mezclan con cepillos de dientes y suelas de borceguíes, esquirlas de metralla, latas de Pepsi, peines desdentados y decenas de zapatillas blancas. «Las zapatillas blancas encarnan la muerte joven -sostiene Lorenz-, tiradas en los campos de Malvinas, lavadas por la lluvia y estragadas por el tiempo, o colgadas de un poste del Once, tiznadas por el humo de sus dueños, o en cualquier esquina del Conurbano, son una marca identitaria argentina: somos una sociedad filicida, una sociedad que se come a los jóvenes».
En otros capítulos analiza la correspondencia durante la guerra y cómo fue una comunicación vital entre los soldados en las islas y sus familias y compatriotas en otras partes del país. Y da ejemplos como el del maestro Julio Cao, quien un 29 de abril de 1982 le escribió a su directora de escuela, en el partido de La Matanza, expresando que se imaginaba que las cosas que contaban los diarios y la televisión no se parecían en nada a lo que estaba viviendo.
En la última parte del libro, el autor enumera todos los objetos que trajo de su viaje en 2007. Pero también culmina expresando: «Traigo la certeza de que no hay barreras estrictas ni insalvables entre el pasado y el presente, como sean aquellas que creamos para vivir tranquilos. Pero el presente es una casa vieja con demasiadas habitaciones como para que estemos seguros de qué hay en cada una de ellas».
[Foto: P.Z.]
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