Por P.Z.
«Alguna vez sentiste que un
libro te hablara sólo a ti»
I
Robots, superhéroes, peces, perros, autos. De todos los personajes que abundan en las películas infantiles hay uno que logra destacarse. Desde La historia sin fin hasta Desperaux, quien abre la puerta de la fantasía, quien ayuda descubrir nuevos mundos, quien acompaña el crecimiento personal es: el libro.
Aunque las dos referidas antes que películas fueron libros, no hablamos específicamente de esas (que hay en cantidades), ni tampoco de aquellos libros que nacieron pensados para ser filmados (que también los hay en cantidades… y se nota), sino de aquellas películas que toman al libro como figuran central. La historia viene desarrollándose de cierta manera hasta que el protagonista, generalmente un chico aunque también puede ser un ratón o una lechuza, se encuentra con un libro y ¡zas! todo cambia.
II
Hay una historia maravillosa (o bizarra, depende del cristal del lector de esta columna) del marketing argentino, que refiere Julián Gallo. Roberto Goizueta, ex director de Coca Cola, alguna vez le preguntó a sus colaboradores: «¿Cuál es nuestra participación en el estómago del cliente?». Es decir: de todos los líquidos que una persona puede tomar, cuánto corresponde a Coca Cola. Esa pregunta supone una competencia fenomenal: Coca Cola compite contra todos los líquidos, no solo Pepsi, sino también con el té, con el café, con el vino, incluso con el agua.
III
Mi infancia y mi adolescencia fueron normales: transcurrieron en un tiempo más o menos infeliz. Nunca disfruté de la suficiente popularidad entre mis amigos: no era tan bueno jugando al fútbol; tampoco fui un excluido social: no era tan malo ni tan gordito como para ir al arco. Los tiempos de ocio que no gastaba pateando al arco, los invertía con la tele o con los libros. Por supuesto, mis padres confiaban que la participación de la literatura fuera progresivamente superior, y para eso lanzaban frases proféticas del estilo de «vas a quedar hecho un boludo de tanta tele» y otras menos sutiles.
Hoy siento que plantear ese antagonismo entre la tele y los libros (¡la tele es invencible!) es un error. Que tanto la tele como el cine, pueden ser (y de hecho lo son) grandes puertas de entrada a la lectura. Y viceversa: porque no vamos a esconder, por ejemplo, el placer de ver a Anthony Hopkins encarnando a Stevens, el mayordomo que creó Kazuo Ishiguro.
Si consideramos el placer que encontramos en un buen programa de tele, una buena peli o una buena novela, ¿qué importancia tiene la participación de cada uno en nuestro estómago?
IV
Pero hablamos de literatura. Si disfrutamos con la lectura, es lógico y saludable que queramos transmitir ese placer a nuestros hijos. Entonces para incentivar la lectura, les propongo un experimento: llevemos a los chicos al cine a ver una de esas buenas películas que tienen al libro como protagonista y acto seguido llevemos a los chicos a la librería. Tal vez aparezca allí la chispa.
Pz, dentro de este tipo de películas recomiendo «Corazón de Tinta», está en cartelera hace unas dos semanas.Como dicen los chicos es una peli «con humanos» y un doblaje presentable. Hay un padre restaurador de libros viejos que busca por todo Europa un libro, una hija preadolecente que desea saber que le pasó a su madre y una tía loca con aires de princesa rusa envejecida (Helen Mirren) fánatica de libros antiguos . Tiene buenos actores de reparto y locaciones exteriores interesantes.
Es asombrosa la relación de la literatura con el cine. Encontrás casos que afirman una en el otro y viceversa. Y también adaptaciones que resultan mucho más divertidas y entretenidas que el original. Una reciente (invadida por la ironía), es ¿Y dónde estás hermano? de los Cohen (queda opacado el rasgo del rápsoda ciego). O la mismísima Blade Runner, que supera a Philip Dick. Recuerdo El año pasado en Marienbad de Resnais, debería buscar más información sobre el film, pero me parece que mejora el libro de Robbe-Grillet (del que poco me acuerdo, bueno, convengamos que no era un escritor para ejercitar la memoria). También el mismo director filmó Providence, a partir de algunos relatos de Lovecraft quien queda desdibujado, diluido en la imagen. Recuerdo también La Mujer de la Arena, japonesa, dirigida por Tegishagara. La novela era de Kobo Abe, y ahí sí hay una correspondencia interesante, nutritiva, la arena como lienzo… Tarkovsky filmó Solaris basándose en un relato de Lem pero sin salirse demasiado del género, cosa que sí rompe con Stalker, basada en un libro escrito por los hermanos Arkadi y Boris Strugatski, de los cuales existe una nueva película totalmente rusa, dirigida por Bondarchuk. Ahora, malas películas a partir de buenos libros… En el cine argentino abundan los ejemplos.