Vilma Colina leyó y reseñó Recorre los campos azules para Revista 23. Claire Keegan sigue dando de qué hablar.
La sal de la tierra
Algo está cambiando en la ficción irlandesa. Las luchas del IRA en contra del dominio inglés quedaron para los noticieros y los escritores consagrados que viven y producen en “la verde Erin” parecen estar en otros temas. En esa plana mayor (Colum McCann, Jaime O’Neill, Gerard Donovan) revista Claire Keegan, quien visitó el país durante el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, FILBA, en 2008. Una mujer que declama su admiración por Antón Chejov, explicitada en el primero de los ocho cuentos que conforman Recorre los campos azules.
Ocho pequeñas master pieces que confirman su gran vertiente temática, la soledad, en contraposición a la plenitud de la naturaleza en la campiña irlandesa. La excepción es “Cerca de la orilla del agua”, donde la soledad se asume en un estudiante de Cambridge que viaja a la costa de Texas para ¿festejar? el cumpleaños con su madre y su padrastro. Los otros seis relatos repiten virtudes: escritura límpida, destellos de lirismo, y esa capacidad que sólo tienen los grandes “cuenteros”: hacer que alguien suspenda por un momento la incredulidad para entregarse, rendido, a lo que lee. ¿Un ejemplo palmario? “La hija del guardabosques”, en el que Keegan despliega todos sus fuegos: une, como bordándolas unas con otras, seis historias de otros tantos personajes –el guardabosques, su mujer adúltera, los tres hijos y Judge, el perro de la casa- para armar un cuentazo donde detalles insignificantes son disparadores de tragedias y rencores que acechan en los corazones más simples, detrás de la suave piel de las convenciones.
Gracias Eterna Cadencia por los cuentos de Keegan.
Recorri campos verdaderamente azules leyendolos.
Sera que los escritores atipaticos siempre escriben bien? Se me ocurre Bolaño por ejemplo…..