¿Qué es lo prohibido?: “La sociedad no
prohíbe másque lo que ella misma suscita”.
Claude Lévi-Strauss
No sé en qué momento me comenzaron a interesar las nalgas de los niños. Desde que los curas, los senadores, los políticos exhibían sus miradas huidizas en la pantalla de televisión. Pensaba en la curvatura de sus traseros desde que los diarios de vida infantiles eran pruebas fidedignas en los tribunales. Nunca antes había sentido una palpitación por esos cuerpos incompletos. Pero todo el tiempo bombardeado con “las erosiones de 0,7 centímetros en la zona bajo el ano”. O con la frase en el periódico: “a los chicos reiteradamente violados se les borran los pliegues del ano”. Y en la radio, la brigada de delitos sexuales alertando a la población sobre las conductas cambiantes en los niños y el examen periódico de sus rectos y sus vulvas. Los niños del país con los pantalones y las faldas abajo. Y el servicio médico legal ratificando las denuncias después de los peritajes físicos. Mi hija Teresa miraba de reojo esas noticias y se paraba incómoda. Llevábamos cinco meses viviendo solos desde que su madre se fue. Mi hija no dijo ni preguntó nada. Nunca supe si ambas habían hablado la noche anterior. Nadie que hace sus maletas y cierra la puerta de esa determinada manera, regresa. Cerró tan despacio, apenas insertó la lengüeta en el picaporte y sus pies sigilosos rozaron el piso de baldosas. No quise mirar por la ventana. No quise saber si la esperaba un auto o un taxi o si caminaba sola por la vereda. Teresa tenía nueve años. Quitó todas las fotos de ella y sin que yo le pidiera asumió el rol de dueña de casa. “Que falta esto, lo otro, ya hemos comido demasiada carne”. Lo demás siguió igual: sus amigos, la escuela, sus gustos. Una chica estudiosa, tímida, que dibujaba árboles mirando más allá de las montañas.
Andrea Jeftanovic, de Chile, escribe «Arbol genealógico».
A punto de subirse al avión, responde brevemente a nuestro cuestionario:
¿A qué escritor de tu generación ves con mayor proyección?
A todos los que componen esta antología
¿Cuál fue el último libro que te deslumbró?
Tantos, desde Edipo hasta Deseo de Jelinek, antes pasando por el Marques de Sade, La pasión según GH de Lispector, En el culo del mundo de Lobo Antunes y Marranadas de Darrieussecq. Y de mis compatriotas que ya no están, Casa de campo de Donoso, Patas de Perro de Droguett, La amortajada de la Bombal.
Si el futuro no es nuestro, ¿de quién será?
De toda persona que dé un pequeño giro a eso que heredó, de todo aquel que reconozca en algo del pasado las claves del futuro,
[Leer las respuestas de Daniel Alarcón]
Andrea Jeftanovic (Santiago de Chile, 1970) ha publicado las novelas Escenario de guerra (2000; Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral y Consejo Nacional del Libro) y Geografía de la lengua (2007), y concluye su libro Piezas en fuga, al que pertenece el cuento que se incluye en esta antología. Como autora ha sido invitada a las Ferias del Libro de Guadalajara 2004, Lima 2005, y a eventos literarios en Colombia (2006) y Cuba (2008). Ha recibido becas de pasantía para estadías en Brasil, Portugal y España. Ha participado en antologías nacionales y extranjeras. Actualmente escribe un libro de entrevistas y testimonios con apoyo del Fondart, titutaldo Conversaciones con Isidora Aguirre.
El cuento de esta muchacha que integra la antología es el mejor de todo el libro (al menos de los que llevo leídos, el 80%).
Ojalá pronto se consigan sus libros en Buenos Aires.
[…] [Leer las respuestas de Andrea Jeftanovic] […]
Bueno, en realidad el trasero de los niños varones, sobretodo de entre 10 y 14 años es en algunos casos muy atractivo, incluso puede superar al de las niñas (tal vez por ello los niños, y no las niñas, son las mayores víctimas de las violaciones). Esto es muy curioso porque se supone que las niñas deberían desarrolar sus cuerpos más temprano y las nalgas femeninas son más carnosas que las masculinas pero eso no se manifiesta del todo sobretodo en ese intervalo de tiempo. Por ejemplo, si uno compara el trasero de Haley Joel Osment y de su hermana Emily entre los 10 y 14 años el trasero de Haley es más abultado y respingado en comparación de el de Emily, que más parece una ampliación de su espalda y no sólo eso: el rostro infantil de Haley era tan delicado como el de su hermana…
Haciendo la aclaratoria desde el punto de vista de la belleza, la cual se manifiesta de múltiples maneras y modos (y respecto a los niños la atracción o interés hacia ellos es un hecho histórico reforzado incluso en las artes, no de estos tiempos «críticos en valores» incluso, en cierto modo, actualmente cuando uno ve a los niños en slips en publicidades)…
Lei el libro, en el fondo no es gran cosa, son escenas «terribles», «originales», «descarnadas» etc, pero hechas con ese fin, sin mayor vida o corazon, una buena prosista como es hoy todo el mundo, pero no una creadora
Es para leerlo de manera entrecortada ….carece de la fluidez clasica.
Habría que analizar si acaso esa mirada de la escritora no es en verdad una manifestación de su propia tendencia depravada disfrazada de preocupación por los detalles dolorosos de los niños. Los niños son puros y detallar su tragedia no hace más que ensuciarlos. Muchas veces escribimos lo que en verdad nos accusia como parte de nuestra negra morbocidad. La mejor manera de defenderlos no es exponerlos ni mancillarlos, es haciéndo actividades para que crezcan junto a nosotros que también necesitamos de ellos. No se trata de tapar las aberraciones; hay que denunciarlas con todas las armas posibles. La vida es tragedia y heriocidad. Existe el horror y la felicidad. Existe el deseo y la acción concreta de bien para ellos que son como nosotros mismos. Pasen lo que pasen ellos, es nuestro deber consolidar hechos que los alienten siempre.