Entrevista a Martín Kohan.
Por P.Z.
Las novelas de Martín Kohan parecen girar en torno al manejo del tiempo. Gauchos narrados en un presente que se eterniza. Una exiliada lee el cuaderno de un desaparecido veinte años antes que a su vez escribía sobre Lenin y Trotsky y el tiempo de la Revolución. Una preceptora que trabaja en un colegio centenario donde una realidad claustrofóbica suspende lo externo.
Martín Kohan es un habitual visitante de Eterna Cadencia. Suele llegar por las tardes, se sienta en el bar, y café mediante, se dedica un buen rato a escribir en un cuadernito Gloria, como aquel de Rubén Tesare en Museo de la Revolución. Tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe: tanto verlo por acá, un día me fue irreprimible interrumpir su tarea, le pedí permiso y, grabador en mano, hablamos de su obra.

El TIEMPO
– Tenés un trabajo continuo sobre el tiempo. ¿Puede ser?
– Puede. En realidad, yo lo pondría de este modo, para mí es un tema y a la vez una especie de presupuesto formal para la narración. Me parece que una cierta problematización de la narración, o lo que yo pretendo que sea un acercamiento no ingenuo a la narración supone también una revisión o una problematización de la temporalidad. Por acercamiento no ingenuo, no entiendo nada más que eludir la simplificación de suponer que literatura puede ser contar historias y nada más. Entonces me parece que la literatura cuenta historia muchísimas veces, pero que también supone cierto tipo de complejidad narrativa, escritural, lingüística, que la distingue de lo que es corrientemente contar historias. En el sentido que contar historias contamos todos todo el tiempo, y no necesariamente de una manera literaria. Entonces cuando contar historias adquiere una densidad literaria, es para mí, una cuestión. Hay algo más que contar historias. Aunque haya contado una historia.
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