Por P.Z. Fotos: Lucio Ramírez.
I
Llevar la crónica en vivo de una charla en Eterna Cadencia es algo lleno de adrenalina: los oídos abiertos, las manos codificando. Como una traducción simultánea. Lo cierto es que le decimos «crónica en vivo», pero no fue más que un intento por pescar las frases más salientes- highlights– de cada escritor. La periodista Ana Prieto, que estuvo en la librería el martes, me decía «después leés lo que anotaste y te das cuenta en dónde vos ponés el interés». Enteramente cierto: uno trabaja en el nivel más epidérmico, transcribiendo casi sin tiempo para reflexionar sobre lo que están hablando.
Valga este prólogo, entonces, para decir que la crónica del martes no puede evitar la mirada subjetiva del cronista, y que nada puede reemplazar la propia percepción in situ, sin intermediarios.
II
Facundo Gorostiza, Federico Levín, Ignacio Molina, Lucas Funes Oliveira, Ricardo Romero. El Quinteto de la Muerte es un grupo de artistas que realizan una performance de lectura y música en vivo. Mes a mes, un numeroso público los sigue a diferentes ámbitos para vivir la experiencia de lo que ellos llaman «la fiesta de la literatura».
Era uno de nuestros caprichos: tenerlos en la librería. Comenzamos a gestar el encuentro hace más de un mes. Finalmente los integrantes quisieron que la primera vez aquí no fuera con show sino responder a una entrevista pública. Hablar de ellos, del grupo, de las performances, de la concepción artística en que suscriben a la literatura. Y propusieron al periodista: Agustín Valle los acompaña desde hace tiempo, hasta los siguió por el interior. Se notó en la charla la confianza que tienen con él y la profesionalidad con la que Valle se preparó para el encuentro.
Desgrabar la charla es impracticable, lamento defraudar ciertas expectativas. Pero pónganse en mi lugar -o en el lugar de los «cobayos desgrabadores»-: cinco personas hablando rápido, superponiéndose, interrumpiéndose, con frases por lo bajo, guiños, gestos, etc. Los integrantes del Quinteto de la Muerte, bien se sabe, transmiten algo que no se refleja en una transcripción fría.
III
La entrevista recorrió toda la vida del grupo. Desde sus orígenes hasta el próximo encuentro en el Centro Cultural Pachamama. Funes -el memorioso; nunca tan bien un apodo- relató cómo estos cinco muchachos se quedaban después de hora en Alejandría, y que la formación nació casi naturalmente.
La lectura en vivo supone ciertas dificultades: Molina, por ejemplo, contó que no siempre lee los cuentos que más le gustan, busca en cambio los que producen un efecto en el público. No es lo mismo la lectura privada a la escucha compartida. Romero contó que inicialmente habían propuesto hacer lecturas itinerantes, pero de a poco la fiesta de la literatura -consideran cada performance una fiesta- se encontró el lugar perfecto. El Pachamama es lugar espacioso que les permite comenzar cada show con una cena que ellos mismos preparan. ¿Cuánto cuesta la entrada? Nada: la comida es un regalo. «Si te invito a mi casa a comer, cómo te voy a cobrar la entrada. Eso no sería una invitación», dijo Levín.
Luego destacaron de las ventajas de trabajar en grupo. Un grupo cohesiona, incentiva, fortalece. Federico Levína firmó -con humildad, excesiva a todas luces- que de no integrar el Quinteto probablemente nunca estaría como invitado en un encuentro en la librería. Y luego dijo que sabiéndose impotente de cambiar el mundo, impulsaba la filosofía del Quinteto desde su conciencia militante. Funes confesó que en algún show, mientras sus compañeros leían sus cuentos, no pudo contener las lágrimas.
Finalmente cada uno destacó las cualidades de sus compañeros. Pudo haber sido el tramo más sensiblero de la entrevista, pero no: lejos de eso. Lo hicieron con la simplicidad y la justeza de cinco amigos que hace mucho se conocen, se hablan y respetan.
Pasó el huracán. Esperamos que vuelva pronto.
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