Por P.Z. Foto: Lucio Ramírez
Juan José Burzi acaba de publicar Un dios demasiado pequeño, un libro de cuentos editado por EDULP. Siete cuentos que comparten una narración cruda, difícil a la vez que cautivamente. A modo personal puedo decir que tal vez sea el libro que más atracción y rechazo me despertó por partes iguales; también puedo decir que una vez abierto no pude soltarlo hasta llegar al final.
«Sólo los que no son artistas de verdad pueden no encontrar atractivos en lo horrible». El acápite de Akutagawa funciona como una declaración de principios.Una mujer que trabaja en un bar, especie de peep show, donde simula ser un cadáver. Un matrimonio que tras sufrir un accidente de autos comienza a sentir el goce por el dolor. Los Ferrer: un hijo que tortura cucarachas, una hija que reemplaza a la madre fallecida, un padre parapléjico que tiene poderes de sanación. Una mujer que intenta deshacerse de su cuerpo. Un padre de familia que se masturba frente a un poster de Hitler.
¿La muerte te resulta un tema interesante para narrar?
No te puedo decir que no, pero no me lo planteo como tema. Se da, no me lo propongo conscientemente: conscientemente te diría que me parecen más interesantes otras cosas. Hace años escribía cuentos de terror, pero me despegué bastante. Si bien hay una inclinación por lo espantoso, por lo bellamente incorrecto, por decirlo de alguna manera, la muerte está dando vueltas.
Son varios cuentos que se van entrelazando en ese nexo.
Me gusta esa idea de un libro de cuentos. No sé si temático, pero conceptual, o que tenga cierto eje difícil de definir. En mi caso no sé bien cómo definir mi propio libro, pero creo que tiene algunas cosas en común. Casi nunca publiqué cuentos: publiqué una novela corta y dos cuentos en una antología que hicimos. Imaginate que tengo material, tengo 32 y escribo desde los 12. Pero dejé mucho afuera. Saqué uno que el personaje me gusta mucho y lo retomaré, pero no me gustaba cómo estaba el cuento.
Hablemos de la saga de los Ferrer.
Los Ferrer van a seguir porque nadie sabe cómo terminó el viejo. Los cuentos están cronológicamente incorrectos en el libro. El que debería ser el último cuento es el primero, pero fue así como salieron. Primero escribí «Reyna» y ese personaje me daba más ganas de continuarlo. Me preguntaba qué tenía que pasar para que Pablo llegase a convertirse en ese monstruo que tortura cucarachas y tiene intenciones medio extrañas con Reyna. Personaje que me cae muy simpático: Reyna.
Por otro lado tenía una historia de un fanático religioso dando vueltas. La tenía hace años. De hecho, Raúl existe, no se llama Ferrer y vive a la vuelta de la casa de mi vieja. Es el papá de un amigo del barrio que si bien nunca dijo que sanaba ni cometió incesto, sí tuvo un ataque, quedó hemipléjico y eso me causó impresión. Después hay cosas que aparecieron y adapté para que tengan que ver con Reyna.
Luego está la historia -que no es cuento, si no una narración-, sobre la muerte de la madre. Cuando lo escribí tuve muy presente en cómo está armado Mientras agonizo. Esa estructura me gustaba. Tengo que escribir la historia de Irene, pero todavía no sé qué hizo de su vida. Me tira que se volvió medio puta, una especie de puta sadomasoquista, pero no quiero dibujar tanto el personaje.
¿Cómo elegís los nombres de los personajes? Algunos son bíblicos.
Betsabé lo pensé por eso. Me pareció que la religión tenía que estar dando vueltas en el libro. De una manera o de otra, especialmente en la parte del medio, la de los Ferrer. Virginia es un homenaje velado a Poe.
¿Cómo es tu relación con los personajes?
Yo los quiero mucho. No tengo personajes que no quiera. Betsabé me resultaba medio tonta. La pareja de lisiados me caían bien, lo escribí como una historia de amor. De los Ferrer tengo uno o dos cuentos que salen de ahí. Tengo un cuento que va a trata de otra cosa, pero el personaje va a contar cómo murió Raúl. A Pablo lo dejo ahí, no lo toco más. Con Irene me encariñé, al punto que quiero dedicarle un cuento. Virginia es un cuento más de situación, no pasa tanto. Me pareció que cómo surgió estaba íntimamente ligado con el cuento que le sigue. Víctor, el último personaje no me cae tan bien, tampoco me cae mal. Es un tipo que no queda muy en claro, tiene que dar un discurso, no es un personaje con el que me llevaría bien. Pero es un tipo jugado, jugado en su enfermedad.
Igual no soy novelista, quizá por eso no convivo tanto los personajes como deben hacer los novelistas. Ahora que me lo preguntás, el cuento que quedó afuera es de un tipo llamado Severo, lo tengo que reescribir, pero el personaje sigue. Hay muchos cuentos basados en personajes. Personajes que son particulares, pero son posibles. Hay familias peores que las de los Ferrer.
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