Sobre la presentación del libro La sociedad de la Nieve.
por P.Z.
I
En 1954, William Golding publicó El señor de las moscas. Un grupo de niños, tras un accidente aéreo, llega a una isla desierta sin adultos. La vida idílica inicial termina en una cruenta disputa entre clanes. Una célebre novela que relata un descenso de la civilización hacia la barbarie.
Pablo Vierci demoró 36 años en preparar La sociedad de la nieve. En 1972, un avión uruguayo camino a Chile chocó contra el pico de una montaña, en lo que fue una de las mayores tragedias aéreas de la historia sudamericana. El puñado de supervivientes debió ingeniárselas –hasta el punto de lo inimaginable– para soportar 72 días en un ambiente inhóspito para el ser humano. La sociedad de la nieve recoge la experiencia de cada uno de los 16 sobrevivientes. A diferencia de Viven, de Piers Paul Read –y de la película, de la que muchos están disconformes–, en este libro hablan en primera persona.
El libro se presentó en una rueda de prensa, ayer en el Restaurant Lola, en Recoleta, con la presencia de la mayoría de los sobrevivientes. Vierci abrió la charla diciendo:
¿Por qué se demoró tanto tiempo? Porque se precisaba que hablaran los dieciséis, que hablaran en primera persona y que pasara ese tiempo imprescindible para que decantaran las emociones y las sensaciones. Porque lo que hicieron ellos fue reinventar un mundo, porque el mundo inventado estaba equivocado. El mundo se había equivocado porque los dio por muertos, el mundo se había equivocado cuando los fueron a rescatar y creyeron que estaban locos, el mundo estaba equivocado porque pensaban que ninguno se iba a recuperar del trauma. No obstante, lo que ellos crearon allá arriba, que fue la “sociedad de la nieve”, es la demostración palmaria de que cuando el hombre está abandonado, acorralado, perdido, olvidado de la sociedad civilizada, lo que surge no es la jauría humana, lo que surge es una sociedad pautada por la misericordia, pautada por una concepción diferente de la vida y la muerte donde no son estados antagónicos sino que se rozan, y pautado por una sensación de que todo es posible y creíble.
II
José Luis Inciarte, Álvaro Mangino, Adolfo Strauch, Roberto Canessa, Gustavo Zerbino, Ramón Sabella, Eduardo Strauch, Javier Methol, Roy Harley, Pedro Algorta, Daniel Fernández. El discurso general puede encuadrarse en tres temas.
Prestar testimonio. Varios coincidieron en que pensaron el libro casi como un libro de autoayuda. Que ayude al lector a superar “sus propias montañas”. Que el accidente sirviera al mundo. Algo que pensaron mientras estaban todavía en Los Andes: Roberto Canessa contó que los primeros días estaban tranquilos esperando el rescate (“pensábamos que era fácil encontrarnos, los americanos tienen satélites”) pero cuando se enteraron que había cesado la búsqueda, decidieron sacarse fotos para que cuando los encontraran, éstas sirvieran como testimonio de que es posible sobrevivir a un accidente aéreo de estas características.
La muerte como premio. En esas condiciones, consideraban a la muerte como un premio, un regalo,. Para Álvaro Mangino que no llegara la muerte, le resultaba frustrante. Eduardo Strauch dijo que cuando sufrieron un alud que los tapó como si fuera concreto, creyó que finalmente moría, y sintió satisfacción.
Sin razones. Javier Methol dijo que todos tenían objetivos particulares para salvarse, los hijos, los padres, las novias. Pero ninguno tenía respuestas para la pregunta “¿Por qué yo?”. Tal vez lo sepa Dios.
El testimonio, la relación con la muerte, lo azaroso de salvarse. Los mismos temas de los que hablan, por ejemplo, los sobrevivientes de los campos de exterminio nazis.
III
Algunas frases:
Roberto Canessa: “[Cómo nos alimentamos] me parece que esa es la parte mínima de la historia, cuando de noche te morís de frío que te querés meter abajo del pellejo de tu amigo o cuando sentís que no podés caminar una montaña gigantesca, que sos un microbio, no se compara al asco que podés sentir al comerte un pedazo de tu amigo. Que sentís que le estás haciendo el mejor homenaje porque él después de eso va a vivir a través tuyo. Yo creo que era un compromiso con los que se murieron de usar todos los elementos para salir adelante.”
Javier Methol: “A nosotros nos salvó el amor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Eso nos salvó y nos ha servido para formar el equipo que formamos allá, un equipo de vida, y el equipo que seguimos siendo acá.”
Roy Harley: “No lo siento como una carga. Fue un medio para salir. Lo importante no está en que nos tuvimos que comer a nuestros amigos. Lo importante está en todo lo que hicimos como grupo, en abrazarnos en llorarnos, en pelear, en todo lo que pasó. Esa es la historia y no la comida”.
Álvaro Mangino: “La muerte no era algo tan malo como se piensa acá, que la pena capital es la muerte. Allá, en aquellas circunstancias, llegó a ser una bendición.”
Ramón Sabella, sobre los rescatistas que acamparon fuera del avión: “Solamente se animó a quedarse con nosotros Sergio Díaz, no entendíamos por qué los otros tres armaron una carpa cerca de 50, 70 metros en la montaña. El justificativo fue que teníamos un olor espantoso. Yo creo que la verdad, ellos nos tenían miedo. La escena alrededor del avión era dantesca.”
No se dice ¨de la que muchos están disconformes¨, sino ¨con¨ la que muchos, etc.. Eterna Cadencia es una librería, no?