Emanuel Rodríguez reseñó La lenta furia para La voz del interior:
La lenta furia es mucho más que un libro. El experimento de Morábito es el de expandir las fronteras de lo que consideramos real, abrirlas a un juego de posibilidades que no se agota en la mera metáfora. Los mundos en los que transcurren los relatos no son este mundo, pero tampoco dejan de ser este mundo, como si estuvieran hechos de lo que queda del mundo cuando se lo despoja de todo lo que no es imprescindible para la vida, la alegría y la melancolía. Dos de los cuentos son clásicamente realistas, el resto parece nacer de un realismo que se autodestruye para que de sus cenizas nazca una versión poética del mundo. Hay madres que una vez al año acechan desde los árboles a los hombres, como frutos carnívoros, destructivamente dulces. Hay una familia de legendarios traductores cuya obsesión por la excelencia parece un canto trágico a las cosas que nos hacen sentir vivos, aunque esa sensación nos convierta en máquinas o en casi hombres. Hay un personaje inolvidable, cuyo único talento y por lo tanto única ocupación, es la huida: el personaje sólo huye, todo el tiempo. Es un experto en la huida, casi un héroe, un hombre cargado con el erotismo de lo imposible, que es el poderoso tipo de erotismo que dibuja en todos los relatos de La lenta furia una sonrisa interminable.
Además:
- La lenta furia en Redacción Rosario
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