Junot Díaz en Buenos Aires
Por P.Z. Fotos: Lucio Ramírez
At the US Embassy
La crónica comienza el sábado, seis y media de la tarde, en Libertador al 3500. “La Embajada de Estados Unidos invita a Ud. al cóctel que se hará en honor al escritor Junot Díaz”. Allí estaba, puntual, invitación (y cédula) en mano. La primera vez que iba a estar en ese edificio que, en diferentes momentos, supo despertarme sensaciones tan antagónicas.
Ceremonial y protocolo al mango. Cada invitado debía acercarse al escritor, alguien de la diplomacia te presentaba –“de la librería Eterna Cadencia”-, foto oficial con apretón de manos, y el que sigue.
Rápidamente se armaron pequeños grupos de 3 o 4 personas. Las bandejas de canapés y bebidas pasaban como si los mozos estuvieran parados sobre una cinta continua. Algunas palabras en honor al agasajado a cargo del Agregado Cultural. Luego el propio agasajado –en un español con acento dominicano tan cerrado que era preferible que hablara en inglés- agradeciendo el encuentro, con timidez evidente.
Tras el momento público, Junot vino a esconderse entre nosotros. Nosotros: Mariana Sández, Luis Diego Fernández y yo. Hablamos de Higüey, de Juan Luis Guerra, de la nieve de New Jersey, de cómo paga el cuerpo una gira de 18 meses. Cinco o seis minutos sin protocolo. Antes de que se fuera –antes de que se lo llevaran-, le dije “mañana te paso a buscar al hotel para llevarte a la librería”. Debe haberme salido con tono de amenaza, porque Junot abrió los ojos y luego se rió. “Te espero allí, Patricio”.
La noche continuó en la Feria del Libro, con una entrevista pública a cargo de Patricia Kolesnicov. Pero yo ya no podía seguir. Vamos, ¿no hubieran hecho lo mismo que yo? Un cóctel en la Embajada de Estados Unidos: ¿no se hubieran llenado de tanto champagne y langostinos como les fuera posible?
Downtown
Cuatro y media de la tarde en Corrientes y Alem, Junot sale del ascensor con animación, pero está evidentemente agotado. “Si viviera aquí, no podría escribir ni una línea”, dice. La noche del sábado la pasó con amigos recorriendo Palermo. “¿Es que aquí no duerme nadie?”, pregunta sabiendo la respuesta.
Subimos a la van. Nos dirigimos a la librería, donde se ha organizado un encuentro con escritores argentinos. Se lo ve interesado, quiere conocerlos. El diálogo avanza con soltura. “Es un tipo muy cálido”, pienso pero no lo digo: tengo miedo de caer en el cliché de la calidez centroamericana.
Más tarde, cuando esté a punto de irse de la librería me acercaré con el grabador y le haré algunas preguntas sobre La maravillosa vida breve de Óscar Wao, novela con la que obtuvo el Pullitzer:
¿Cuál es el personaje principal de la novela?
Yo creo que es el lector quien tiene que decidir eso. La novela lleva esa cuestión adentro, ¿quién es el protagonista? De mi lado, como autor, yo siempre pensé que era la familia. Aunque hay otra gente que dice –y yo veo ese argumento, lo apoyo- que el protagonista de la historia es la propia historia. Esa energía de la historia, ese genio de la historia, esa estrategia, esa pasión. Rompiendo con silencios, bregando contra una historia de la impunidad de una dictadura. Eso es lo importante, es el héroe de la novela.
¿Óscar está emparentado con Ignatius Reilly?
Por accidente, pero me encanta que haya salido así. Yo no conozco muy bien esa novela. ¡Pero imagínate!, ese personaje estaba vivo todos esos años en el aire literario de los Estados Unidos. Entonces, aunque yo no lo conocía bien, eso no significa que no haya tenido un gran impacto en mi obra. Yo creo que cuando hay un personaje como ese, Reilly sigue existiendo en la imaginación de gente que ni lo conoce. Yo creo que directamente no, pero importante sí.
¿Leíste a Foster Wallace? Los pies de página me hacían pensar en las intervenciones que él hace en sus crónicas.
Sí, pero no. Tú tienes que leer al caribeño que se llama Patrick Chamoiseau. Los pies de página vienen de él. Porque David Foster Wallace usa los pies de página como se usan en libros de intelectuales, en inglés se dice para reenforce erudición y autoridad. Este escritor usa sus pies de página para romper los dos. Y yo copié eso.
El capítulo en que habla Lola es el único capítulo en donde no se narra con frialdad, diferente de la forma distante de contar de Yúnior. ¿Cómo pensaste ese capítulo?
Ella es casi el único sobreviviente de la familia. Entonces ese capítulo comienza con una sección en segunda persona. Eso es señal que, aunque ese cuento parece que viene de la propia boca de Lola, de veras está como –what’s the word…- mediated, mediado por el narrador. Que ella le dio su propia historia al narrador y él la metió como quería.
Casa tomada por escritores
Félix Bruzzone, Matías Capelli, Fabián Casas, Celia Dosio, Mariana Enríquez, Martín Gambarotta, Pedro Mairal, Leonardo Oyola. Una charla de escritores entre escritores. Con algunos “colados”: dos de la embajada, tres de RH Mondadori, dos de la librería.
Ahora me callo y dejo que hable el grabador. Algunos pasajes de la charla:
Fabián Casas: Yo había leído Los boys y me había gustado mucho. ¿Tardaste once años en escribir tu novela? ¿En el medio habías escrito otra novela que no terminaste?
Junot Díaz: Empecé otra novela y salió malísima. Nunca la terminé. No creo que haya llegado al tercer capítulo, la tuve que botar.
Fabián Casas: Está bueno ponerle once años a un libro, ¿no?
Junot Díaz: Es casi imposible juzgar, porque hay gente que publica un libro cada seis meses. Y los libros son buenísimos. Por ejemplo Haruki Murakami, el escritor japonés. A mí me encanta ese tíguere, creo que tiene un control y entiende la estructura de la novela. Me fascina a nivel…
Luis Diego Fernández: ¿Formal?
Junot Díaz: Sí, a nivel formal. Es un tíguere que siempre publica. Hay otra gente que tarda diez años y al final le sale una mierda. Mira Moby Dick, es la gran novela americana. Moby Dick se escribió en seis meses. ¡Seis malditos meses! Y en Estados Unidos la ven como la primera novela americana.
Luis Diego Fernández: Es el mito fundacional.
Junot Díaz: El que lee Moby Dick ahora se da cuenta, sin dudas, que fue la primera novela americana. Ahí hay 23 idiomas. Hay como 45 estrategias narrativas.
…
Junot Díaz: En la novela yo tenía borrar [todo lo que tardé en escribirla]. Siempre tenía que vigilar. Fui muy consciente que yo no podía dejar que esa lucha, ese sufrimiento de todos esos años que sacrifiqué, no podía dejar que esa energía entrara. Se tenía que leer como si alguien la escribió en tres semanas.
Fabián Casas: Cuando la leí, me pareció una novela que te costó un montón y eso me gustaba mucho.
Junot Díaz: Lo único que logré con la novela fue que alguien que no conociera mi historia, que no conoció que demoré muchos años en escribirla, cuando la lee siente que salió “bla”. Que lo vomité.
Fabián Casas: No, a mí no.
Junot Díaz: Pero tu conociste la historia, puede ser que eso te influyera. Porque en muchas de las reseñas que escribieron, la gente no sabía nada de eso. Los primeros seis meses sólo contaban con la reseña de la novela. La crítica siempre fue que “este tipo lo escribió demasiado rápido”. No vieron la estructura, lo que yo estaba tratando de hacer. Yo te puedo enseñar los primeros seis meses, las notas fueron malísimas. La gente diciendo “el tipo lo terminó muy rápido”, “no se lee como novela, se lee como un primer paso”, “no sabe que estaba haciendo”.
Fabián Casas: De todas formas, si el crítico es competente y sabe que Los boys salió once años atrás, conoce el lapso.
Junot Díaz: Pero tienes que entender que en Estados Unidos, cuando hacen reseñas, se las dan a los muchachitos más jóvenes. Ya están cortando las páginas de literatura en todos los periódicos. No están pagando para que un gran hombre le haga una reseña a un chamaco que nunca ha publicado una novela. Y más o menos los gringos tienen que hacer 250 palabras en 24hs. ¡Vete! Entonces, claro, había gente que conocía la historia, por ejemplo el New York Times. El New York times tardó meses en publicar la reseña. Al principio yo me moría de risa, aunque la vaina te duele cuando te dicen “esto es un disparate”. Yo decía “coño, es que no están leyendo las cosas”. Fue después del premio que la gente empezó a decir “coño, el tipo tenía un proyecto serio, estaba tratando de elaborar algo”. La primera experiencia que yo tenía era que los lectores entendían la novela mejor que los críticos. Me estaban mandando cartas de lectores que fueron muy abiertas, muy inteligentes, muy preparadas. A veces pienso que si no fue por ese premio, ese libro fssss. Ese libro se muere, muere, muere. Porque toditas las notas fueron feísimas.
…
Junot Díaz: ¿No hay sectores [sociales] en Argentina que no estén presentes en la literatura?
Leo Oyola: Es azaroso. Depende de los premios, depende de dónde te agarre. Yo dos años atrás vivía en una villa. El año pasado a esta hora estaba en Ibiza con Juan Gelman. Ahora estoy acá con ustedes. La única constante que tuve es que siempre estuve escribiendo.
Junot Díaz: ¿Y qué cambió? ¿Fue por premios?
Leo Oyola: Básicamente por premios, sí. Pero después creo que depende de las decisiones de cada uno. Es azaroso. No sé cuántos de acá trabaja con agentes. A mí me da miedo trabajar con agente.
Fabián Casas: Pero en el caso tuyo, decís que estabas en una villa. ¿Pero cómo escribías? ¿Cómo tenías la posibilidad de escribir?
Leo Oyola: A mí me parece que uno está acostumbrado en la vida adulta a ganar un dinero, y a que una equis cantidad de ese dinero se destine a gastos y gustos. De forma azarosa, perdí el laburo, etc. Terminé ahí. Entonces es como que se me formateó el disco rígido. Me siento un poco, más que Tarzán, George de la Selva, porque sé que en cualquier momento me la voy a dar. Porque te vas colgando de la liana que viene. O sea: hoy tratabas el tema de la novela, de cómo tardaste once años y otros escriben una novela en seis meses. Sí: yo estoy escribiendo dos novelas por año, pero porque me estoy dedicando de lleno a esto. Pero es una decisión, sé que me puedo mantener así. Ahora tuve la suerte que una de mis novelas me la contrataron para hacer una película. Ese dinero fue genial, me garantiza un año y medio de seguir así, escribiendo. Pero de acá a dos años no sé cómo va a seguir la historia.
Pedro Mairal: Pero Leo, la gente en la villa, ¿comprendía lo que estabas haciendo o te veía como un bicho raro?
Leo Oyola: Hasta que no saliste en la primera revista sos un vago. Mi viejo el año pasado cuando me fui a España me dijo “decime la verdad”. Porque yo tenía un quilombo con el laburo. Me dijo: “decime la verdad, vas preso, ¿no?” [Risas]
…
Junot Díaz: ¿Han leído un libro que se llama Woman warrior, escrito por Maxine Hong Kingston? Ese libro casi no se ve en español, pero es uno de los mejores libros. Si hay que leer un libro escrito allá, métete a leer esta mierda. Cuando estaba escribiendo Los boys, para mí ese libro fue el libro una locura. Como si ella estuviera fumando crack. Nunca he leído nada como eso.
Fabián Casas: Nosotros comprábamos Los boys en una librería a cuatro pesos. Comprábamos diez para regalar.
Junot Díaz: ¡Gracias! No te preocupes: después de tres años, podías comprarlo en Estados Unidos a un dólar. Es lo mismo. Los libros se regalan, para eso sirven los libros. Especialmente los de amigos.
Pedro Mairal: Y gente de 40 años en Estados Unidos, ¿a quién nos recomendás además de Hong Kingston?
Junot Díaz: Um. Hay uno que se llama Chris Abani. Escribió una novela que se llama GraceLand.
Mariana Enríquez: Como Elvis.
Junot Díaz: Ese tipo acabó con eso. Tienes que leer un libro por una inglesa, que se llama The year of our war, de Stephanie Swainston. Una loca, pero loca loca.
Pedro Mairal: Parece que lo más interesante está viniendo de inmigrantes.
Junot Díaz: Parece así, de lejos parece así. Pero lo que está pasando es que hay tanta energía de los inmigrantes, todos estos sectores nuevos llegando a la novela, a los cuentos cortos. Entonces muchos de esos chamaquitos saben que tienen que tirar algo súper. Están haciendo cosas interesantes, actualizando viejas formas. Hay sectores que no tienen fama de ser escritor y por esa falta de fama saben que tienen que lanzar algo mucho mejor que un gringo. Entonces cuando lees un libro de un etíope, de una asiática, te prometo que esos cuentos son excelentes.
…
Junot Díaz: Por fin el cuento corto está pasando por una buena temporada
Celia Dosio: ¿Qué circulación tienen? ¿Publican en libros o en revistas?
Junot Díaz: Hay muchas revistas, pero no hay muchos lectores. Entonces publican libros de cuentos. En Estados Unidos si tú vendes más de diez mil significa que estás vendiendo. Antes los libros de cuentos vendían menos de dos mil. ¡Oh! Viene ahora un libro, el tipo se llama T. Holt ha publicado subterráneamente cuentos por más de veinte años. En las revistas más chiquitas. Sus cuentos son como leyendas urbanas. Es el mejor escritor, creo, de los Estados Unidos. Su primer libro lo va a publicar en un par de meses. Yo, porque soy tan nerd, conseguí todos sus cuentos y se los di a un agente. Pero lo publicaron por otros… [Risas] El libro se llama In the valley of the kings. El mejor libro que he leído en más de veinte años. El tipo es como si Melville y Borges tuvieran un hijo. Fucking nuts.
Qué crónica, P. Me emocioné!! Me gustó muchísimo. Junot es un hombre que vale la pena conocer, lo corroboré en esa breve conferencia que dio en la Feria.
Si, coincido. Genial relato, producto de una gran experiencia también-
Lo disfruté mucho, P.
Una excelente crónica, aunque me quede en la parte de los langostinos.
Saludos.
A mi me mató cuando Casas le dijo a la agregada de ee.uu que él había estado en la invasión a Irak.