Por Clara Levin.
¡Que llega el lobo! de Émile Jadoul es un libro de Edelvives (2008), de la colección Luciérnaga para pre-lectores, reeditado por tercera vez en 2008. Cuenta la historia de un ciervo que recibe sucesivamente en su casa a un conejito, un cerdito y un osito. En los tres casos, se halla mirando por la ventana cuando llega el animalito en cuestión, en los tres casos el animalito llega corriendo y exclama “¡Abridme…! ¡Que llega el lobo!” y en los tres casos el ciervo los hace pasar y les estrecha la mano. El relato termina con la esperada aparición del lobo.
La estructura del libro es repetitiva, factor que facilita la comprensión de la historia por pequeños oyentes. Utiliza la “Regla de Tres”, típica de la tradición oral anglosajona, mediante la cual una serie de tres acciones repetidas generan tensión y la alimentan progresivamente (ej.s en Los tres chanchitos, Caperucita roja, Ricitos de oro y los tres osos, Gato con botas, Juan y los frijoles mágicos, etc.). Además, la estructura es acumulativa: se van sumando los animalitos en la casa del ciervo, su representación en la ventana y los apretones de mano. Y el final incorpora un elemento sorpresa también común a la tradición: cuando llega el lobo, se advierte que el ciervo, el conejo, el cerdo y el oso le han preparado una fiesta de cumpleaños. Sin embargo, a diferencia de la tradición, en ¡Que llega el lobo! la sorpresa es por partida doble: para el lobo del cuento (por la fiesta sorpresa) y para los lectores/oyentes.
Para nosotros los lectores, hay sorpresa y deleite. Con una mera docena de oraciones, el libro construye –y luego defrauda– la expectativa de que el lobo se acerca con intención de comerse a los animales. La aparente urgencia de los animalitos cuando exclaman “¡Abridme!” al llegar a la casa del ciervo y las alusiones a la fábula inglesa de Los tres chanchitos mediante el uso de personajes (lobo, cerdo) y de acciones (animales que corren del lobo y se guarecen en casitas) generan la expectativa de un final similar al de la fábula. Entonces, cuando el texto dice “¡Sorpresa!”, se produce, como dije antes, la sorpresa para el lobo dentro de la diégesis (el desarrollo narrativo) y para el lector/oyente. El manejo que el texto hace de las expectativas del lector es también un comentario meta-literario, es decir, un comentario, en este caso, sobre las expectativas creadas por el género literario de los cuentos de hadas. La palabra “¡Sorpresa!” es una interpelación al lector con el reproche implícito: “¡Ja! ¡Pensabas que el lobo necesariamente era malo!” (Pero el lobo también puede ser un amigo.) Incluso podría argüirse que hay una advertencia para los lectores adultos, algo así como: “Cuidado con estigmatizar indiscriminadamente.”
Claramente, sólo un lector adulto es capaz de apreciar esta sorpresa en su totalidad. No obstante, el público infantil (los oyentes) está, por lo general, familiarizado con las historias que estereotipan al lobo como villano (Caperucita roja, Los tres chanchitos) y reacciona frente al final inesperado. A mis hijas de tres años les da risa que el lobo no sea malo. Y a mí me sorprendió, valga la redundancia, darme cuenta de que ya tienen expectativas de género. Aquí radica la genialidad del texto: la habilidad para, con la vuelta de tuerca que representa el final, hablarle inteligentemente tanto al público adulto como al infantil.
El libro me recuerda a dos otros que tengo a mano. Uno es The True Story of the Three Little Pigs (La historia verdadera de los tres chanchitos) (Viking Press, EEUU, 1989) y el otro, Politically Correct Bedtime Stories: modern tales for our life and times (Cuentos de hadas políticamente correctos) (Macmillan, Nueva York, 1994). El primero, de Jon Scieszka, es una parodia de Los tres chanchitos. Está escrita en primera persona desde el punto de vista del Lobo Feroz, quien argumenta que el relato tradicional no es más que un malentendido respecto de sus intenciones para con los chanchitos. El segundo, de James Finn Garner, reescribe cuentos de hadas de manera políticamente correcta con el objetivo de satirizar la tendencia en literatura infantil de producir textos con esa característica. Las revisiones incorporan expresiones moralizadoras en boga y, en varios casos, revierten al final los roles de héroe y villano (ej., en Caperucita roja el leñador no es un salvador sino un intruso “sexista” y “especiecista”). Estos libros, al igual que ¡Que llega el lobo!, proponen una reescritura de Los Tres Chanchitos. Más allá de sus diferencias, los tres ponen de relieve que la estigmatización del lobo es controversial. (Finn Garner la defiende.)
Las ilustraciones, también de Émile Jadoul, son infantiles, en pasteles fríos mechados con el ocasional beige, rosa o rojo. La representación de los saludos, los abrazos en la ventana y los brazos alzados de los animalitos cuando corren del lobo enfatizan los sentimientos de amistad y urgencia a los que el relato refiere. Me gustan especialmente la casa triangular del ciervo y el sol vespertino que aparece bajo el cerco del jardín.
Ahora cierro el libro y me vienen a la memoria dos recuerdos, dos preguntas que me hizo mi hija Cati estos días y que vienen a cuento de los temas que ¡Que llega el lobo! aborda sutilmente. La primera fue, mientras veíamos un dibujito animado de Cenicienta: “¿Por qué en las pelis siempre tiene que haber unos malos?” La segunda, en otro contexto: “Mamá, ¿el miedo es un lobo?” En el primer caso, le di una explicación inane que enturbió más de lo que aclaró; en el segundo, le dije “No, pero parece” y me quedé pensando qué bueno sería que el miedo fuese sólo un lobo.
Lo quiero!!! 🙂
Hoy alguien me compartió una interpretación del libro que me encantó; es mucho más perceptiva que todo lo que dije yo! Lo que mi amiga, editora de libros infantiles, señaló es que el tema central de «¡Que llega el lobo!» es el miedo y que el mensaje es un consejo: “Animate que el miedo no siempre es justificado”. Totalmente de acuerdo. Gracias!
Me gusto mucho el relato y el comentario. Me hace pensar que se trata de la destrucción de un personaje estereotipado, el malo, ahi esta la sorpresa. Me recordó a lo que pasa en la pelicula Shreck, donde la princesa Fiona espera a su principe, pero llega un ogro feo- Pero creo que si hay malos en los libros infantiles es para advertirles, el mal existe, que genera terror, para que vayan sabiendo.
Trabajo con la mejor Biblioteca de Colombia y desde que conocí este libro lo he trabajado con niños de 5 a 90 años y a todos les produce la misma sensación, casi en su totalidad al terminar el relato exclaman: AAAHHHHH y luego esbozan una gran sonrisa. Lo he probado para iniciar talleres de inducción a la lectura o al finalizarlos. Es muy apropiado para romper el hielo con toda clase de público, en personas mayores he notado la frustración de no poder predecir el final de la historia, luego ríen y hacen comentarios sobre el libro, gusta tanto que siempre esta en préstamo a domicilio. Me encanta.