Entrevista a Ana María Shua.
Por P.Z.
El programa decía que Ana María Shua iba a estar firmando ejemplares a las 18. Fui a la Feria de Libro con el único objetivo de hablar con ella. Lo cuento ahora, pero a ella no se lo dije: es escritora, pero también es mujer. Quería concerla, hablar tal vez de “Laurita”, e invitarla a la librería a que venga a leer.
Seis de la tarde. Allí estaba, estoica y puntual, como mascarón de proa del stand de Editorial Norma, una pila de libros más o menos ordenada adelante, la sonrisa cálida. “Hay actividades que me aburren –me dijo–, no me interesan y no me sirven de mucho, pero bueno, tengo que cumplir un compromiso. Entonces lo que tienen de bueno es eso: ‘compromiso cumplido’. Otras actividades son muy atractivas y me interesan. Por ejemplo las mesas de minificción que hubo este año me interesaron muy especialmente.” Ana María participó de las Jornadas de Microficción en la Feria que se desarrollaron entre el domingo y el lunes. Compartió lecturas con Jorge Accame, Diego Golombek, Luisa Valenzuela, María Rosa Lojo, entre otros.
Con una larga historia de presencias en la Feria, tiene una famosa anécdota del ’84. El día que presentó Los amores de Laurita, una cantidad de público invadía la Feria, que por aquella época se hacía en el Centro Municipal de Exposiciones. Ana María creía que toda esa gente venía a verla a ella. No le pregunté si se desilusionó cuando se enteró que habían ido al recital que daban Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
Ana María tiene un público fiel. Esta tarde firmaba ejemplares de literatura infantil, pero “siempre aparecen en la feria algunos lectores de La sueñera, que son los lectores que yo más amo. Por alguna razón me vienen a buscar aquí a la Feria.”
Antes de irme y aun sabiendo que me estaba abusando, me animé a una última pregunta. Nada que ver con la Feria, pero teniendo adelante a una cuentista de aquellas, ¿ustedes no se la habrían hecho?
¿Qué dificultades tiene hacer un cuento?
Todas las del mundo. Es tan difícil como hacer una poesía o una novela. Un cuento, cuando uno no tiene una receta, y en general no hay recetas para los cuentos, es enfrentarse en bolas al misterio de la literatura. A veces el cuento surge naturalmente ya armado y organizado en la cabeza y no hay más que escribirlo. Otras veces uno lo va descubriendo mientras lo escribe. Hay autores que empiezan por el final. Si no tienen claro el final, no van a escribir el resto del cuento. Primero tienen que saber cuál es el final y a partir de ahí empiezan a construir. Otros como yo, vamos encontrando el final mientras estamos escribiendo. Muchas veces no sabemos cómo va a terminar exactamente. Dejamos que nos sorprenda como la vida.
«La sueñera» es un libro formidable. La obra infantil de Any Shua también es formidable, hay un plus en la mirada, obviamente aportado por el dominio de su oficio y por su capacidad de ir más allá de la convención de los géneros.