Silvina Friera entrevistó a Fabio Morbito, autor de La lenta furia, para Página/12:
¡Qué fortuna para los lectores que Fabio Morábito se haya subido al tren del español un minuto antes de que partiera y lo dejara para siempre en el andén! El vértigo que provoca esa imagen de alguien que llega justo a un viaje, que en el escritor se traduce en un perpetuo sentimiento de desarraigo, pero también en una amplitud de visión, con el tiempo a favor y la ley de las compensaciones mediante, podría explicar en parte esa aceleración de los sentidos que producen los nueve cuentos de La lenta furia (Eterna Cadencia) y su primera novela Emilio, los chistes y la muerte (Anagrama), en verdad un cuento largo que se ramificó en 166 páginas y desembocó en una nouvelle erótica. El lector que se encuentra con estos dos libros, que por esas casualidades del destino editorial se acaban de publicar simultáneamente, se sube al tren de Morábito. Y no quiere ni puede bajarse. Aunque no se mueva de la silla o de la cama, el desplazamiento obliga a recuperar la mirada asombrada del niño para poder captar ese cúmulo de situaciones extrañas y anómalas que el escritor despliega, como quien estira un mantel sobre una mesa familiar intuyendo que lo arrugarán los comensales. Silvina Ocampo (con el epígrafe “ninguna cosa es más importante que otra”) en los cuentos y Eugenio Montale (“mis muertos a los que rezo para que recen por mí, para mis vivos…”) en la novela ofician de acompañantes de este viaje, que se prolongará en breve, durante el segundo semestre del año, cuando se publiquen los relatos de Grieta de fatiga (Eterna Cadencia).
Narrador, poeta y traductor, aunque nació en Alejandría (Egipto) en 1955, Morábito vivió parte de su infancia y adolescencia en Milán (Italia), y a los quince años se instaló con su familia en México. “Al principio me influyó mucho Cortázar, sobre todo por esa elocuencia suya acomedida y estrafalaria, algo autista, que le permite tantos recovecos estupendos”, cuenta el escritor en la entrevista con Página/12. “Borges siempre me fue ajeno. Calvino es un maestro de la cordialidad. Rulfo, del tono sostenido. Escribió toda su obra con sólo dos o tres notas del piano.” En poesía, antes que nadie, lo influyeron los italianos, especialmente Saba y Montale, de quien publicó la poesía completa en 2006.