Segunda entrega de la curadora de poesía a cargo de mostrarnos las voces recientes de Venezuela, Gladys Mendía. Hoy nos deja textos de Carlos García Rad.
Selección y foto de Gladys Mendía.
Carlos García Rad nació en San Cristóbal en 1974. Es Licenciado en Letras, con mención en Historia del Arte por la Universidad de Los Andes. En el año 2000 fue primer Premio Daes de Poesía de la ULA, con la publicación de El libro de las luciérnagas. Ha sido publicado en sitios web y revistas literarias como Incomunidade (Lisboa, Portugal), Los poetas del 5 (Santiago de Chile), Alhucema (Granada, España), Panorama Cultural (Suecia), La Colmena (Toluca, México).
Sobre su poética
Autor de varios géneros literarios, sin embargo mantiene inédita gran parte de su obra. Actualmente se encuentran en proceso de edición dos de sus libros. García transita la senda de la búsqueda mística, señala preguntas, propone la duda. Es una poética que evidencia el “silencio de Dios”, la imaginería de la noche y el relámpago, el lenguaje como instrumento fallido. Sus elementos, agua y fuego, tejen conscientemente el velo que oculta lo primordial, dejando siempre espacios entre los hilos donde intuir lo innombrable. Aquí, algunos poemas inéditos:
a
CUANDO SE APAGÓ EL RELÁMPAGO
Nunca fue tan oscura la noche
Como cuando se apagó el relámpago
Dejándonos ciegos y solos
En la tormenta nocturna
Enfrentando la sonora majestad del trueno…
Vamos ciegos como poetas
Creando el mundo
Con pájaros de fuego
Con pájaros de agua
Con pájaros de tierra
Con pájaros de viento
Con pájaros que cantan
Y así vamos:
Lanzando luciérnagas
Entre las tinieblas
Como Demiurgos cansados
Caminamos por cementerios de universos
De intentonas de mundos
De conatos de cielo…
Y nunca fue tan oscura la noche
Como cuando se apagó el relámpago
Dejándonos ciegos y solos
En la tormenta nocturna
Enfrentando la sonora majestad del trueno…
a
PRIMERA Y ÚLTIMA PALABRA
En el cielo hay una palabra
Que relampaguea
Que alumbra y arde
Pero yo no la sé
Pero yo no la sé
La palabra Dios es un meteoro
Pero esa no es…
¡Yo la vi caer!
Hablo de jaurías de relámpagos
De una palabra que
Calcina el cielo
Incendia la tierra
Primera y última Palabra
Tan parecida al sol
o a la centella…
a
SILENCIO
Luz. Silencio. A veces, pasajeras,
montan voces de gallos sus escaleras.
O! voces pasivas. O! voces hueras.
Salustio González Rincones.
El silencio sostiene a la palabra
antes y después del parto
principio y fin
el Alfa y el Omega
-como dijo Dios-
Cada palabra pasa,
pero el silencio no pasará…
pasarán el cielo y la tierra
-como dijo Dios-.
En
el
preludio
del
silencio
cabe,
apenas,
una
palabra.
Cada existencia
es sólo
el preludio del silencio
una metáfora del silencio
y
el
silencio
es
la
realidad
de
la
palabra.
Cada existencia…
Cada palabra…
Voces de gallos
Voces pasivas
Voces hueras
-como dijo el poeta-
como dijo Dios.
a
AL VIENTO
Seguramente estas palabras
no son mejores que otras,
no pretenden decir
lo nunca dicho
o descubrir
el último misterio.
Son fruto,
producto,
último resultado
de una desesperada
necesidad de escribir,
de decir,
son un mensaje
que lanza un naufrago
en una botella
al mar.
Digamos
que estas palabras
salieron
en busca del origen
de ellas mismas
y se extraviaron,
que vienen de regreso
en barcos a la deriva,
como las ondas
que produce una gota
cuando cae
sobre aguas
quietas,
como el eco
de nuestra voz
en los acantilados…
En el trazo
se adivina
la emergencia,
como quien esboza
una línea imaginaria
que separa
cordura
y locura,
es testamento,
confesión,
epitafio.
Estas palabras
que pueden ser las últimas
y quizás lo son,
al igual que los proletarios de Marx
ya no tienen nada más que perder,
como estatuas de antiguos dioses
han perdido su significación original,
ahora son nubes
en las que nacen
y mueren
figuras
y formas
de manera suave
y fluida
arrastradas
por el viento
que sopla
en la mente
del lector…
Cambian como un atardecer,
agonizan entre umbrales
como las luces
de las luciérnagas.
A veces
alumbran
lugares desconocidos
por tan breve tiempo
que casi
no dejan oportunidad
de ver,
como cuando intentamos leer
con la luz de los relámpagos…
No solo hay arena entre ellas,
hay un latido
de último sobreviviente
en agonía,
un parpadeo de cansancio.
Quien escribió
seguramente
tenía los dedos
llenos
de dignas palomas
mensajeras
aleteando,
de barcos que zarpan,
de hojas en el viento,
de tormentas
que arremolinan abrazos
y besos ahogados,
como barcos hundidos
hace mil años
o ciudades sumergidas
cuyos nombres
ya nadie puede recordar…
Estas palabras son libres
como bestias en la selva,
se aparean,
se devoran unas a otras
y se reinventan,
se reproducen
como tigres
y no hay cazador
–por valiente que sea-
que las pueda atrapar,
son reflejos en un espejo…
Aquí se las dejo,
como quien lanza un puñado de polvo al viento…
*
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