El autor de Los días felices, Ulises Juárez Polanco (“uno de Los 25 secretos mejor guardados de América Latina”, según la La Feria Internacional del Libro de Guadalajara) y el último de los cuatro poetas nicaragüenses jóvenes que nos presenta: Enrique Delgadillo Lacayo.
Selección de Ulises Juárez Polanco.
Enrique Delgadillo Lacayo (León, 1988). Autor del poemario La casa detrás del tiempo, ganador de la convocatoria anual del Centro Nicaragüense de Escritores en 2012. Primer lugar del certamen UCA-Literaria (2008). Miembro de la desaparecida revista Voces Nocturnas. Es coautor del cuento Noche para bailar un sueño que escribió junto al filósofo Johannes Kranz, puesto en escena por la Ópera Reggaetón de Granada. Coguionista del cortometraje “De donde fue el infierno” de la cineasta Noelia Lacayo. Licenciado en Derecho por la Universidad Centroamericana de Managua. Coordina el portal Noticultura.
a
Ella y Louis
No tengo un pecho,
tengo una caverna
repleta de animales
cansados de extrañar la noche.
a
Más adentro
llevo olvido como martes o diciembre,
como se lleva el tiempo;
The nearness of you.
El viento está penetrado
por un sombrero
que se despide de la sal y de las rocas.
a
Las miradas compungidas
que colecciona mi reloj
pretenden arrancarme la mano.
a
No importa,
liado a mi condición
propongo mis palabras
destinadas a no ser
la escopeta de un salvaje.
a
No suele pasar;
que Ella y Louis
lleven en los ojos
The nearness of you,
no suele pasar
que todos mis animales
encuentren:
trompeta
luna
y miedo a no estar
asidos a nosotros.
a
En este poema
yacen harapos
y colillas invencibles,
cada vez que puede
esta tumba se cambia el epitafio.
a
a
Breviario de poeta con gripe
ladrando bajo la lluvia
En medio de nosotros hay una ciudad perdida
cuyo cielo se despeña.
En medio de nosotros crece un juguete
con una felicidad salvaje que lo sujeta del pecho.
a
De pronto habría que recoger una piedra
y ponerle nombre de fruta
porque está entre tus manos
de pronto habría que retoñar viernes en la noche
con grandes pétalos de manía silvestre
e ir de árbol con zapatos amarillos
reconociendo a la muerte
en el porche de la casa
subiendo el puente peatonal
acariciando a los perros de la esquina
o fumándose ansiosa la cajita de bombones.
a
En medio de nosotros duerme el silencio
donde inclinamos la ceguera
porque ser sin estar y tener sin saber nombrar;
es cosa de dos.
a
Sentado en la esquina hay un dolor perdido
lleva mi ropa de invierno y canta una canción
heredada a todos los hombres
que no pudieron encontrarte.
a
Como quien intenta ser el mismo día
te llené de aliento.
Era yo distinto
en aquellas estaciones donde soñé nuestra muerte
el árbol con su raíz invertida
la estepa con luz de naufragio.
a
María fue el nombre de la mujer que aprendí a
querer para el invierno.
Su espeso nombre como la miel profunda en el ojo
de la reina.
a
Si hubo otro poema
que hablara de amor
fue la vida llamándote con la rima del tiempo.
a
En el mástil violento de la noche
se volvieron mariposas las hormigas.
a
De la extraña marea del aire
llegó el tornado
y dijo pertenecer al invierno.
Yo llegué a cambiar mis ojeras por las tuyas
y no necesité del tornado
para inundar el cuartucho de estudiante
con libros del maní y otros demonios
o tratados para cazar oropéndolas sacando humo
por las orejas.
a
Una tarde conocí el amor y firmé ausencia.
a
En medio de nosotros
la muerte se toma fotografías y sonríe.
*
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