Una lectura de El rey de nada, escrito e ilustrado por Guridi (AH Pípala)
Por Coni Salgado.
El rey y sus delirios de grandeza como tema de literatura infantil no se agota. Y aunque se repita, es agradable encontrar libros de reyes, que con humor, hacen pensar. En el libro El rey de nada, escrito e ilustrado por Guridi (Adriana Hidalgo – Pípala) la curiosidad comienza con el título. Uno siempre imagina que el rey lo tendrá todo. En este libro ocurre lo opuesto y se desarma lo predecible.
Ser el Rey de Nada no es cualquier cosa.
Incluso puede ser lo más importante del mundo.
Decía Mimo I (así le gustaba que lo llamaran)
El relato cuenta que este gran Rey salía de su castillo para pasear por sus dominios y recorrer al frente de su gran ejército el reino para que el pueblo conociera su grandeza. Las ilustraciones muestran que todas las posesiones del rey no son más que el simple producto de su imaginación.
Con el atardecer subía a la más alta torre y, desde allí,
divisaba el maravilloso paisaje del que él, y solo él,
era el monarca absoluto.
Las típicas expresiones monárquicas tienen aquí una intención irónica y la provocación como delirio y disparate. Reina la armonía total del protagonista hasta el momento en que algo quiebra mágicamente la historia. A trevés del tamaño de las letras se puede leer el tono y las emociones del rey.
Pero, como suele suceder, ocurrió que en uno de sus desfiles semanales
Mimo I encontró lo que nunca debió encontrar en su reino… Había «algo» ante sus ojos.
¿AL-GO? ¿AL-GO-EN-MI-REI-NO-DE-NADA?
(El rey siempre hablaba así, se decía a si mismo que un rey debe marcar mucho
cada sílaba que pronuncia, ¡Sólo asi quedará para la historia!)
¡NO-PUE-DE-SER!, dijo ¡ NO-PUE-DE-SER!, repitió indignado.
(También pensaba que la indignación era cosa de reyes)
Es un libro simple en detalles pero con recursos expresivos. Las líneas, las formas, el ridículo. El final es maravilloso. Ni esperable, ni predecible. Solo real, sabio y encantador.
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