«A diferencia del tratamiento que recibe en el policial, donde el enigma ya está dado y lo que el relato hace es desentrañarlo, acá lo interesante reside en el hecho de que el relato consiste en la composición de ese enigma». El texto que la autora de Inclúyanme afuera leyó en la presentació de Maelstrom, la nueva novela de Luis Sagasti que publica Eterna Cadencia Editora.
Por María Sonia Cristoff.
Mientras leía Maelstrom, debo haber levantado la vista de la novela –una novela que captura al lector, adelanto, con potencia de maelstrom- un par de veces, a lo sumo tres. Una de esas veces fue para ver si por casualidad, o por homenaje, Google había sido capaz de guardar un mail antiguo, un mail que Luis Sagasti me había mandado hace unos cinco años, cuando pasé unos meses en Leipzig. Ocurrió que de pronto, leyendo esta novela de resemblanza epistolar, estructurada a partir de una correspondencia virtual entre dos amigos –uno en viaje, otro en casa– en la que más de una vez se hace referencia a una catedral, me surgió una intriga absurda, fetichista, por encontrar ese mail en el que, mientras yo estaba de viaje, Luis hacía referencia a una catedral, la Thomaskirche más precisamente, porque había hecho de la biblioteca de esa iglesia una locación central de su primera novela, El canon de Leipzig. Increíblemente, el mail –-en realidad eran una serie– estaba todavía en mi bandeja de entrada, y en el primero Luis me pedía unas fotos. Quedaba ya entonces claro que no se trataba de un pedido de tipo documental-– hasta el último recodo de esa iglesia se ve en miles de páginas de internet; El canon de Leipzig ya estaba publicada hacía más de una década– sino más bien una invitación a sumarme a la deriva, a la proliferación. Sacando esas fotos yo volvía a leer pasajes de su novela, volvía a hacer un agregado, un comentario. Al releer ese mail me di cuenta de que algo de la obra de arte proliferante y colectiva que está en Maelstrom, la posibilidad de la serie infinita que esta novela postula estaba ya funcionado entonces.