Mojones en un camino que se abre a la fuerza.
Por Jorge Consiglio.
Un tipo vive en un departamento en la calle California, por Barracas. Frente a su edificio hay una panadería —Las delicias— que vende buenas facturas. El tipo —su apellido es Baroni, como la novela de Chejfec—, a veces, compra tres medialunas. Las come y toma mate. No se sienta; se queda parado al lado de la hornalla sobre la que está la pava. Por lo general, hace esto las mañanas de domingo y se siente un privilegiado. Lo disfruta porque en esa mañana se apilan miles de antiguas mañanas de domingo que impregnan la más reciente con una frescura genuina. Se separó de su mujer —una relación de diez años sin hijos— hace poco, pero no cortó del todo la relación. Halló la manera de intervenir las llamadas de ella y, desde ese momento, diseña su día a partir de estos controles; es decir: su vida es funcional a los fragmentos de otra vida, cada vez más ajena. Organiza con esos retazos —el sistema de escuchas es imperfecto— tramas que tienen algo de real y casi todo de imaginario.