Variaciones de César Aira.
Por Antonio Jiménez Morato.
«todo lo que he pensado en términos de organización de mi vida ha estado en función de Duchamp»
César Aira, Duchamp en México
«el logro último de la literatura es hacer resonar de algún modo el contenido en la forma»
César Aira, Varamo
Aunque publicó su primer libro en 1975, la seminal y hoy casi inhallable novela Moreira, la carrera «editorial» de César Aira alcanza su velocidad de crucero en 1990, con la publicación de su séptimo libro, una novela que dialoga con El limonero real de Juan José Saer y que publicó bajo el título de Los fantasmas. En los veinticinco años que han pasado desde entonces, Aira ha publicado ochenta y tres libros (posiblemente en este mismo momento la cifra está aumentado y todavía no lo sabemos), lo que ha generado uno de los mitos que siempre han rodeado su escritura: el de ser extraordinariamente prolífico. Él siempre ha desmentido esa idea, al señalar que apenas escribe una página diaria. Aunque, eso sí, no se permite ningún día libre, se encuentre donde se encuentre. Además se excusa siempre en que sus libros son muy breves, lo que serviría para explicar esa abultada cantidad de títulos. En esa paradoja de publicar muchos títulos aunque tengan pocas páginas, algunos años han aparecidos más de cinco títulos, pero hacerlo escribiendo poco a poco, tan sólo una página diaria, hay que leer algo más que una broma o una muestra de falsa modestia. Es más, puede afirmarse de que se trata de un proyecto estético. Uno mucho más sólido y meditado de lo que pudiera parecer a primera vista. Aún así, sus detractores no han tenido en esbozar un extendido cliché sobre su obra: la supuesta similitud entre esos libros que, según dicha crítica reticente, los hacen perfectamente intercambiables. Replicando (¿repicando?) el lugar común sobre las iglesias, ya transformado en chiste, parecen decir: «leído uno, leídos todos»; y con ese «ingenioso» modo de despreciar al autor y su obra parecieran quedarse satisfechos.