Un perfil del escritor guatemalteco Eduardo Halfon.
Por Antonio Jiménez Morato.
Todavía hoy, en este liminar siglo XXI que en nada se parece a lo que predijo la ficción anticipatoria, el debate entre la importancia de la inspiración o del trabajo sigue vigente. Basta con que alguien tenga un micrófono en la mano para que se explaye sobre su visión particular cuando es preguntado. Y, casi siempre, su discurso trata de postular su experiencia como generalidad. A mí, personalmente, me gusta que los autores todavía se pregunten si todo se debe a arrebatos de genialidad, de los que muchas veces son poco o nada responsables, o que la obra es la decantación del esfuerzo y del trabajo sostenido, única posibilidad de obtener un fruto apetecible.