Segunda entrega de la serie curada por Pedro Mairal: hoy comparte tres poemas del peruano José Watanabe y videos de lecturas por los poetas Paz Busquet, Alejandro Crotto y el autor mismo.
Por Pedro Mairal.
Van tres poemas del peruano José Watanabe (1945-2007), leídos por los poetas Paz Busquet, Alejandro Crotto y el último por el autor mismo al final de una entrevista que le hace Cisneros (autor del poema de la ballena en la entrega pasada).
Estos tres poemas dan cuenta de un mismo asombro ante el mundo animal. El poeta queda en estado de pregunta frente a formas de vida casi extraterrestres, tan distintas a nosotros, y sin embargo, inquietantemente cercanas. Interrogados, observados o dotados de una voz, los animales parecen sugerir continuidades con la condición humana. ¿Por qué hay tantos animales en tus poemas, son tus mascotas?, le preguntaron al autor. No, respondió él, son como parientes.
Watanabe era hijo de un matrimonio muy humilde en una zona rural del Perú, llamada Laredo. El padre era japonés y le inculcó desde chico el gusto por el haiku. Quizá de esa entrada en lo natural, propia de la poesía japonesa, surge la actitud de estos poemas. El quedarse extático frente a lo extraño y lo vivo, con mirada de niño y de adulto a la vez, con ternura y curiosidad, pensando con pasión serena, hasta alcanzar inquietudes de orden metafísico. ¡Y todo por un bicho!
El padre de Watanabe se ganó la lotería (lo cuenta él en la entrevista de Cisneros) y con el dinero pudo pagarle los estudios a su hijo. El poeta estudió en Trujillo y después en Lima. Debe ser uno de los pocos casos en que ganarse la lotería no significó una maldición. Watanabe es uno de los grandes poetas latinoamericanos, con un característico tono coloquial, refrenado, sorprendente y donde todo está bajo control. Yo no soy surrealista, dice en un poema, soy empleado.
¿Sobre qué parecen tratar estos tres poemas? ¿Estrategias de supervivencia? ¿Destruir o ser destruido por el amor, estar a punto de volar, aprender a esconderse? Quizá sí, o quizá sean solo poemas sobre animales.
a
LA MANTIS RELIGIOSA
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cms. de mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de rama o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula a la muerte.
Y ya viéndolo cáscara ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta del macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra de agradecimiento.
(del libro el Huso de la palabra)
a
LA ORUGA
Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente,
pero sé que mañana serás del aire.
Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
¿sabes que mañana serás del aire?
¿te han advertido que esas dos molestias aún invisibles
serán tus alas?
¿te han dicho cuánto duelen al abrirse
o sólo sentirás de pronto una levedad, una turbación
y un infinito escalofrío subiéndote desde el culo?
Tú ignoras el gran prestigio que tienen los seres del aire
y tal vez mirándote las alas no te reconozcas
y quieras renunciar,
pero ya no: debes ir al aire y no con nosotros.
Mañana miraré sobre las cucardas, o más arriba.
Haz que te vea,
quiero saber si es muy doloroso el aligerarse para volar.
Hazme saber
si acaso es mejor no despegar nunca la barriga de la tierra.
(del libro Historia Natural)
a
EL LENGUADO
Soy
lo gris contra lo gris. Mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena,
pero ese truco sutil
que me permite comer y burlar enemigos
me ha deformado. He perdido la simetría
de los animales bellos, mis ojos
y mis narices
han virado hacia un mismo lado del rostro. soy
un pequeño monstruo invisible
tendido siempre sobre el lecho del mar.
Las breves anchovetas que pasan a mi lado
creen que las devora
una agitación de arena
y los grandes depredadores me rozan sin percibir
mi miedo. El miedo circulará siempre en mi cuerpo
como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy
una palada de órganos enterrados en la arena
y los bordes imperceptibles de mi carne
no están muy lejos.
A veces sueño que me expando
y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y más grande
que los más grandes. Yo soy entonces
toda la arena, todo el vasto fondo marino.
(del libro Cosas del cuerpo)
Excelentes poemas los seleccionados por Mairal, tanto estos tres como el de la entrega anterior de Cisneros.