Última entrega de la serie curada por el autor de Hoy temprano y Tigre como los pájaros, entre otros: «Tres poemas de felinos, chicos y grandes. Dos de Neruda, uno de Banchs».
Por Pedro Mairal.
Van tres poemas de felinos, chicos y grandes. Dos de Neruda, uno de Banchs. El soneto de Banchs tiene una correspondencia extraña entre forma y fondo. El andar sinuoso del tigre se manifiesta en lo sinuoso de los encabalgamientos, es decir, de los cambios de verso que separan palabras que irían juntas (sinuoso paso, terso topacio, etc). Provocan una sensación de serpenteo, de coletazo, una mínima suspensión del sentido mientras saltamos con los ojos y el cerebro del final de un verso al comienzo del otro, buscando a ver qué sustantivo le corresponde a ese adjetivo que quedó en el aire. El encabalgamiento suele quedar forzado, le quita naturalidad a la dicción del poema, y es el terror de los músicos que tratan de cantar poesía (Borges lo usa mucho y quedan mal en sus milongas musicalizadas), pero Banchs lo aprovecha acá para recrear el andar felino de su tigre de palabras.
Con respecto a los poemas de Neruda, ambos son de las Odas elementales. El de la pantera es una escena que vio el poeta por la calle cuando fue cónsul en Asia (en ese tiempo no era un cómodo diplomático de embajada, sino un burócrata de cuartos alquilados que ponía sellos en un mundo previo al aire acondicionado). Su mejor libro, Residencia en la tierra, está escrito desde ese imaginario caluroso y asfixiante del trópico malayo.
El gato es esquivo, Neruda lo muestra en este poema. Confiesa no entenderlo del todo. Y es cierto que es un animal inescrutable hasta en su simbología. No es como la rata que siempre da pie a metáforas peyorativas en cualquier lugar del mundo. Ser un gato puede significar muchas cosas en el habla hispana: ladrón, malintencionado, ventajista, atractivo, sagaz, prostituta vip… Aunque casi siempre se refiere a alguien con intenciones ocultas, con algo de simulación.
Van los dos poemas de Neruda, entonces, leídos uno por Cucurto y otro por mí, con la participación especial de Tulum, una gata callejera que vino de España y a veces se acomoda en el sol de la tarde como una diosa egipcia.
a
El tigre
Enrique Banchs
a
Tornasolando el flanco a su sinuoso
paso va el tigre suave como un verso
y la ferocidad pule cual terso
topacio el ojo seco y vigoroso.
Y despereza el músculo alevoso
de los ijares, lánguido y perverso
y se recuesta lento en el disperso
otoño de las hojas. El reposo…
El reposo en la selva silenciosa.
La testa chata entre las garras finas
y el ojo fijo, impávido custodio.
Espía mientras bate con nerviosa
cola el haz de las férulas vecinas,
en reprimido acecho… así es mi odio.
a
a
Oda a la pantera negra
Pablo Neruda
a
Hace treinta y un años,
no lo olvido,
en Singapore, la lluvia
caliente como sangre
caía
sobre
antiguos muros blancos
carcomidos
por la humedad que en ellos
dejó besos leprosos.
La multitud oscura
relucía
de pronto en un relámpago
los dientes
o los ojos
y el sol de hierro arriba
como
lanza implacable.
Vagué por las calles inundadas
betel, las nueces rojas
elevándose
sobre
camas de hojas fragantes,
y el fruto Dorian
pudriéndose en la siesta bochornosa.
De pronto estuve
frente a una mirada,
desde una jaula
en medio de la calle
dos círculos
de frío,
dos imanes,
dos electricidades enemigas,
dos ojos
que entraron en los míos
clavándome
a la tierra
y a la pared leprosa.
Vi entonces
el cuerpo que ondulaba
y era
sombra de terciopelo,
elástica pureza,
noche pura.
Bajo la negra piel
espolvoreados
apenas la irisaban
no supe bien
si rombos de topacio
o hexágonos de oro
que se traslucían
cuando
la presencia
delgada
se movía.
La pantera
pensando
y palpitando
era
una
reina
salvaje
en un cajón
en medio
de la calle
miserable.
De la selva perdida
del engaño
del espacio robado
del agridulce olor
a ser humano
y casas polvorientas
Ella
solo expresaba
con ojos minerales
su desprecio, su ira
quemadora
y eran sus ojos
dos
sellos
impenetrables
que cerraban
hasta la eternidad
una puerta salvaje.
Anduvo
como el fuego, y como el humo,
cuando cerró los ojos
se hizo invisible, inabarcable noche.
aa
a
a
Oda al gato
Pablo Neruda
a
Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.
El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.
No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.
Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.
Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.
Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.
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