El autor de Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer y Hoteles, y una remembranza del luchador Antonio Rodrigo Nogueira, máximo exponente del brazilian jiu jitsu, quien se movía en el ring como un poeta.
Por Maximiliano Barrientos.
No sé si hay un espectáculo más triste que el brindado por atletas envejecidos que no se resignan a claudicar. Los luchadores, junto a los escritores que escriben con una clara intención de modernos, son los que envejecen más rápido. Un escritor cuando madura, no lo hace tanto por el mejoramiento de la técnica ni por el engrosamiento de su barriga, tal vez lo hace por algo mucho más sencillo: porque deja de escribir desde la nostalgia y empieza a hacerlo desde el resentimiento. Un luchador, cuando madura, empieza a pelear desde el cansancio, y es bien sabido que para ellos no hay creatividad originada en la decadencia. El cuerpo, como se menciona en esa gran canción de Arcade Fire, se convierte en una jaula. Las ganas están ahí y el instinto sigue nuevo, pero la rapidez y los reflejos son parodias de lo que alguna vez fueron. La habilidad para noquear es apenas un fantasma recorriendo los músculos y los nudillos. El cuerpo, en los viejos luchadores de las artes marciales mixtas (MMA), es el lugar de una desaparición, el lugar donde alguna vez aconteció la magia.