El autor de Hospital Posadas acompañó ayer a Ricardo Romero en la presentación de La habitación del Presidente.
Por Jorge Consiglio. Foto: Rodrigo Ruiz Ciancia.
Hay textos cuya apuesta se cifra en la eficacia de su estructura cerrada. Desde la primera oración se construye una perspectiva con sustracciones y certezas. Se acuña una fórmula, una química, una expresión que rebota contra sus propios márgenes y muestra su grado de efectividad al final del relato. En este caso, el vigor del cierre se relaciona con lo sorpresivo y lo cancelatorio. La consumación del texto ofrece la ilusión de lo definitivo; es decir, el juego radica en plantear el punto final como clausura del universo narrativo, sin ecos posibles. Estos relatos —como todos los relatos— diseñan un tipo de relación con su lector. Lo incluyen, lo amparan a partir del volumen y del carácter. Hay otros textos de tramado más abierto, que guardan relación con esa idea de “literatura potencial” que Ricardo Piglia le adjudica a los borradores. Son textos que se ofrecen desde el dinamismo más absoluto, están siempre en proceso. Rehaciéndose. “Se trata de una poética que encuentra en las versiones y variantes un modelo de la potencialidad del lenguaje”. La habitación del presidente tiene que ver con este tipo de ficciones. La trama de esta novela parece no fijarse nunca, se plantea a partir de una zona de inestabilidad, del perpetuo cambio. Dice el narrador en una de las entradas: “La casa cambia por las noches. Mientras mi familia duerme, a veces, la recorro. No es algo que tenga que ver con la oscuridad. Tampoco tiene que ver con la temperatura. Es como si la casa cambiara su relación con lo que está afuera, y entonces estar adentro significa otra cosa. Apoyo el oído en las paredes, las puertas, los pisos, la terraza. Camino descalzo. Nunca entro en la habitación del Presidente. Hay en la casa, por las noches, más habitaciones de las que hay durante el día”. Desde ese lugar se construye sentido, se organiza una lógica propia, un ideario con el que poner en crisis —o simular poner en crisis— la noción de discurso inmóvil.