Incluido en el volumen de cuentos que Ricardo Piglia seleccionó para la Serie del Recienvenido, publicada por Fondo de Cultura Económica, este cuento del autor de La cabeza de Goliat pone en tensión la violencia de una realidad que deviene en onírica.
Un cuento de Ezequiel Martínez Estrada.
No bien terminaron de colocar la nueva caldera en la fábrica, explotó. Destrozó a tres obreros y causó daños inmensos en el edificio. Avisaron al ingeniero, Blas Brass, que llegó inmediatamente, bajando a saltos la escalera. Encontró los tres cadáveres desfigurados y a todo el personal de la fábrica aglomerado, forcejeando para contemplar a los compañeros muertos.
Compungidos y aterrados trataban de abrirse paso, cuidando de no pisar los miembros esparcidos y de no resbalar. Blas Brass, mudo y temblando, miraba alternativamente los despojos de las víctimas y los deterioros del edificio, del que había volado casi entera una pared, destrozándose la ventana y la puerta y hecho añicos los vidrios. Trozos de mampostería, de hierros, de vidrios, de los cuerpos mutilados y sangrientos yacían en igual inexpresión de cosas inánimes. Un rumor de marea, sollozos y voces ininteligibles formaban una atmósfera de pesadilla al cuadro, realmente aterrador. Las miradas se clavaban en el ingeniero, que permanecía mudo, pálido, como si le atribuyeran la culpa del desastre. Su rostro demudado, la manera de mirar furtivamente, como rehuyendo otras miradas, contribuían a que recayeran sobre él las inculpaciones que en silencio asaltaban a todos. Seguían empujándose unos a otros con curiosidad compasiva y creciente indignación. Alrededor de doscientos obreros estaban obstinadamente reunidos allí. Blas Brass sintió que lo atravesaban las miradas y que el peso de una inmensa culpa lo aterraba sobre los escombros. Pudo apenas pronunciar algunas palabras sin sentido y le abrieron paso, mudos y hostiles, para que se retirara. Oyó, abofeteándolo, la áspera voz: nos matan como a ratas. Sintió miedo de que esa muchedumbre que ahogaba en la mudez su rencor lo linchara dejándolo destrozado como otra víctima más.