El director de “M” y “Tierra de los padres”, autor de Restos de restos y El país del cine estuvo el MAMBA acompañando a Carlos Gamerro, que presentó su traducción de Hamlet (Interzona). Con una lectura irreverente pero profundamente lúcida de la tragedia shakespereana, Prividera, releyó la historia argentina reciente en clave hamletiana.
Por Nicolás Prividera.
Parafraseando a otro inglés en otra ocasión, podemos decir que Hamlet es “un enigma dentro de un misterio”. Según Harold Bloom, “no hay un ‘verdadero’ Hamlet como no hay un ‘verdadero’ Shakespeare: el personaje, como el escritor, es un vasto espejo en el que tenemos que vernos a nosotros mismos” (digamos, de paso, que la metáfora del espejo aparece de modo recurrente en boca del príncipe). Shakespeare y Hamlet son intercambiables, y no solo porque –como dice Bloom– es el único personaje que hubiera podido escribir su propia obra: Hamlet es la pieza en que más trabajó Shakespeare, y fue a la vez su creación más famosa y versionada (basta ver los diversos Hamlets que dio el cine, de Asta Nielsen a Kenneth Branagh). De ahí que Carl Schmitt pueda haber afirmado que “la condición mítica de la figura de Hamlet se conserva en la inagotable abundancia de las nuevas interpretaciones y de las nuevas posibilidades de interpretación”.