Gerardo Gambolini entrevistó a Claire Keegan para el suplemento de Cultura de Perfil.
La muy buena escritora irlandesa es por fin traducida en Argentina: la editorial Eterna Cadencia publica «Recorre los campos azules», un volumen de ocho relatos -que obtuvo el premio Edge Hill al mejor libro de cuentos en Gran Bretaña en 2007- marcado por una interrogación sobre el mundo rural en medio del auge irrefrenable de las grandes urbes y por el amor a la forma clásica del cuento.
Claire Keegan es una de las voces más destacadas de la narrativa irlandesa actual. Nacida en 1968 en County Wicklow, Irlanda, cursó estudios de literatura inglesa y ciencias políticas en Nueva Orleans, EE.UU., y obtuvo posteriormente una maestría en escritura creativa en la Universidad de Cardiff, Gales. Su primera colección de cuentos, Antarctica, fue declarada Libro del Año por Los Angeles Times y premiada con el William Trevor Prize y el Rooney Prize for Irish Literature. La editorial Eterna Cadencia acaba de publicar su nuevo libro, Recorre los campos azules, por el que obtuvo el Edge Hill Prize al mejor libro de cuentos publicado en las Islas Británicas en 2007. Los ocho relatos que componen el volumen indagan con lúcida intensidad diferentes aristas de la vida en la Irlanda rural contemporánea.
-¿Cuándo y cómo comenzó a escribir?
-Empecé en 1994. Cuando terminé mis estudios en Estados Unidos, volví a Irlanda, al país con mayor tasa de desempleo de Europa. Escribí a 300 lugares y recibí 300 cartas de rechazo. Yo estaba viviendo con mi madre, en un pueblito de County Carlow. Una tarde, mientra ella miraba televisión, escuché desde mi cuarto sobre un concurso de cuentos que estaba anunciando, con un premio de mil libras. Como tenía una máquina de escribir que acababa de comprarme para tipear las cartas, decidí enviar un cuento. En ese sentido, podría decir que empecé a escribir por dinero.
-¿Diría que la elección del cuento como género se debió a un concurso?
-Bueno, yo creo que el cuento me eligió a mí. Me parece que el cuento no tiene muchos escritores, y está buscando escritores. El cuento me atraía desde hacía mucho, desde que estudiaba literatura, y automáticamente traté de imitar esa forma, de escribir en el género que más admiraba.
-¿A qué escritores admiraba en aquel momento?
-William Trevor, Raymond Carver, Flannery O’Connor, Alice Munro, Alister MacLeod, Joyce… Creo que ésos eran los principales.
-¿Tiene algún método o algún enfoque sistemático para escribir?
-No creo tener un enfoque sistemático. Creo que mi enfoque es cualquier cosa menos sistemático. Si quiero escribir una historia, necesito juntar ánimo para entrar en algo de lo que no sé absolutamente nada. Y después, explorar hasta encontrar algo que me permita arrancar. Es como cualquier otra tarea, lo más difícil es empezar… si uno se esfuerza en esa etapa, si explora y busca y sigue trabajando, dará con algo, descubrirá algo que le parece bien. Uno no sabe por qué le parece bien, y no debe cuestionarlo, sólo debe continuar con eso. En ese punto no se puede detener. Y entonces la tarea comienza a ganar intensidad y a transformarse en verdadero trabajo. Uno se siente atraído por algo, y sabe que allí hay algo, aunque no pueda explicar esa sensación: uno sabe que está ahí, sencillamente. Cuando yo era niña, había un hombre, el señor Hanley, que podía hallar agua. Iba con sus varillas de acero, y cuando pasaba sobre alguna corriente subterránea, las varillas simplemente se cruzaban en sus manos. Eso es lo que uno hace. Al principio, uno está todo el tiempo, la mayor parte del tiempo, recorriendo tierra en la que no se ve agua, y de pronto, en algún punto, si uno sigue caminando, las varillas se cruzan, y uno halla una historia.
-Ud. es reconocida principalmente como cuentista, pero también está escribiendo una novela. ¿Qué diferencias encuentra entre ambos géneros?
-Pienso que la novela tiene menos capas, que es menos compleja. Creo que, en la novela, lo que sucede es menos crucial que lo que sucede en un cuento, tiene menos de acto de malabarismo, es menos delicada, menos complicada: se puede volver a ello, uno tiene mucho espacio, se puede respirar. El cuento es más como contener el aliento.
-¿Concordaría con aquello de que el arte de escribir reside en quitar cosas?
-Sí, sin duda. Philip Larkin dice: «¿Por qué la gente asocia agregar con aumentar? Para mí, agregar es diluir». Eso es algo que me quedó muy grabado. Con frecuencia, cuando tengo el trabajo a medio terminar, me paso tiempo sacando muchas cosas que ya están listas, casi hasta el punto de deshacerlo.
-¿Qué opinión le merece la poesía, con relación a un lenguaje supuestamente poético distinto de un supuesto lenguaje de la prosa?
-Me encanta la poesía. Leí mucha poesía durante años -y sigo leyendo regularmente- no porque tuviera que hacerlo cuando estudiaba, sino porque me gustaba. En cierto sentido, fue mi primer amor. En cuanto a lo otro, no creo que debamos poner esos límites entre prosa y poesía. Pienso que todos estamos tratando con lo mismo. Creo que si a uno le interesa la literatura, la ficción que dure, uno abreva en el mismo pozo, y no importa si el resultado es prosa o poesía. No me parece que una cosa sea inferior o superior a la otra.
-¿Qué espera de la literatura en el futuro?
-Espero profundizar mi comprensión de qué significa estar viva en este momento, tanto en lo referido a mí como en lo referido a mi comprensión de los demás. A veces, cuando escribo, siento estar haciendo todo lo humanamente posible para entenderme como persona y como escritora, y me parece entender también lo que es humanamente posible para la gente sobre la cual escribo. Y creo que eso me hace una persona más compasiva. Y algunas veces, en esos momentos, me siento articulada, porque pienso que la vida es mayormente inarticulada, incoherente e inexplicable. Creo que es muy difícil decir qué significa nada, porque estamos envueltos, absortos y viviendo en el misterio que es nuestra vida. Así que, para el futuro, me gustaría pensar que podré ahondar mi comprensión de lo que significa ser un humano y estar vivo en este punto del tiempo, no sólo para mí, sino para entenderlo y extenderlo a los demás. Me gustaría hacer eso, por supuesto.
Deja un comentario