Por P.Z.
Aunque lleva varios años en el ruedo, Juan Diego Incardona vive una etapa de comienzos. Mientras prepara los talleres literarios que dicta en ECUNI, y con los ecos que todavía resuenan de los relatos de Villa Celina, cuenta que ya tiene lista su primera novela y anticipa su próxima aventura: una novela industrial.
DE TALLERES, VIEJOS, ANILLOS Y MEMORIA
La mochila negra, grande -inmensa-, lo sigue acompañando, pero uno intuye que ya no está repleta de objetos maravillosos. Con satisfacción Juan Diego Incardona, autor del libro de relatos Villa Celina, cuenta que desde hace seis meses consiguió desembarazarse de la venta de anillos y cadenitas. «Hace 13 años que vendía. Estoy como en un proceso de desintoxicación de la venta ambulante. Aunque ya al final no me gustaba, es algo que te captura, te agarra, es difícil. No es como al principio: tenés veintipico, estás chamuyando minitas y está todo bien. Ya después de los treinta es cansador, ir al ruido de Palermo Hollywood, a la noche. Tiene como algo de mendicidad. Yo renuncié a muchos trabajos que me podrían haber pasado a la relación de dependencia por una apuesta medio instintiva a la literatura: yo quería vivir de eso. Y hace seis meses, más o menos, entre la guita de los talleres que estaba dando con Santiago Llach y notas o anticipos que iba cobrando, empecé a sobrevivir. Sin un cobre en el bolsillo: a sobrevivir, apenas a pagar el alquiler».
Pero el cambio llegó cuando Incardona comenzó a dictar el taller ‘La imaginación de lo común’ en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, en el centro cultural que Las Madres de Plaza de Mayo tienen en el predio que antes ocupaba la ESMA. «Un cambio laboral, por supuesto. Pero además es un proyecto que realmente me entusiasma. El impacto que tuve al principio y todo lo difícil que es entrar ahí, todas las sensaciones que uno tiene, de algún modo las fui conjurando a nivel individual, experimentando la bondad y el amor que suceden ahí cada mañana. Cada mañana ahí, el arte es un acontecimiento social. El teatro, la música, donde se mezclan distintas capas. Están los viejos de PAMI, vienen pibes de un jardín de infantes de Madres, están los chicos de la villa de Ciudad Oculta y de Ciudadela que hacen de seguridad en el predio, los trabajadores de la UOCRA. Es una mezcla que está muy buena».