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Archive for diciembre 2008

¡Feliz 2009!

Como verán en la foto, estamos a una letra de comenzar el año con nueva cara:

frente libreria

¡Feliz 2009! Es el deseo de todos los que cotidianamente hacemos Eterna Cadencia.

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especial de eterna cadencia editora

No, no es un sandwich de rúcula y jamón crudo. ¿Qué es? La respuesta en la librería.

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Hoy Dani Yako será entrevistado por Alfredo Leuco en el programa Le doy mi palabra, Canal Metro a las 23. Yako es un tipo súper intersante, y hablarán de 1983, el libro de fotos que editó con nosotros.

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Consultados por La Nación, 25 intelectuales opinaron sobre los mejores libros del año.

frio en alaskalos padres de sherezade

Entre los muchos y muy buenos títulos, Alan Pauls destacó Frío en Alaska de Matías Capelli y Pablo Gianera eligió Los padres de Sherezade, de Daniel Guebel.

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Sonia Budassi entrevistó a Naty Menstrual para el Suplemento Cultura de Perfil. La nota salió publicada el domingo pasado, 28 de diciembre.

Naty Menstrual

continuadisimo«María Moreno, Lila Ferreira, Ariel Schettini, Daniel Mordzinski… Me estoy codeando sin querer con gente grosa, que yo no tenía ni idea de que era grosa, que me lee y lo disfruta; para ellos soy Naty; con mis vecinos también es así. No soy la travesti que escribe. El que se quiere quedar con eso problema de él», dice Naty Menstrual, autora del libro Continuadísimo, y agrega: «Igual no tiene por qué gustarle a todo el mundo mi estilo literario. A mi familia, por ejemplo, no le gusta».

La aparición del libro, por más que su autora quiera alejar algún prejuicio en potencia, no parece haber sorprendido a nadie: la escritora hace rato tiene presencia en el campo cultural. A sus performances en el bar La Cubana, se sumó, hace unos años, la aparición de sus textos en la revista digital El interpretador, en el Suplemento Las 12 y luego en Soy de Página/12, y en El Teje, publicación del Centro Cultural Ricardo Rojas. También tiene blog, aunque ella desestima un poco el poder de esa plataforma. «Yo no escribía para el blog, escribía los cuentos y punto. Al blog lo descubrí como archivador. No fue mi búsqueda tenerlo para que se conozca mi producción». Para ella la publicación, en el formato que sea, es sólo el efecto secundario de otro imperativo. «Siempre escribí, esa es mi sensación. De chica, como una necesidad de escribir lo que no podía decir», cuenta y reformula esas declaraciones de Ciorán en las que el filósofo admitía que le interesaba el estado de ánimo de quien escribía, la necesidad de liberarse de algo, lo que está escrito con verdadera pasión.

Los personajes de Continuadísimo transitan entre la ansiedad sexual, sentimientos desbocados, angustias y estados de euforia por momentos hiperbólicos, por otros, fantásticos. De allí nace, más que de los posibles guiños autobiográficos, un efecto de lectura análogo. Imposible imaginar un lector indiferente ante esas historias que van de lo cómico a lo patético y lo trágico. Los relatos de Menstrual revisitan aquellos códigos que supo reflejar Pedro Lemebel: la «loca» que toma prestado el glamour de un divismo importado que convive con miserias cotidianas, tercermundistas; la marginación, la pobreza y, desde luego, la humillación que choca con el orgullo reivindicativo de lo distinto. Con un lenguaje quizá menos barroco que el del chileno, pero con el mismo impudor que hace de la descripción del escenario amoroso la clave para concebir una lujuria nunca gratuita y una piedad no siempre ingenua, se perciben influencias prematuras que aportan las líneas en las que su ficción cobra densidad: «Me quedaba al lado de mi abuela fascinada por las películas de Zully Moreno, las escaleras, los peinados banana, las carteras chiquitas. Era una naturaleza maricona mía».

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los padres de sherezade

Juan Terranova leyó Los padres de Sherezade y le resultó un libro indiferente. No coincidimos con su opinión, pero igual lo referimos. Pasen y lean, y saquen sus propias conclusiones:

Leo la excelente reseña que hizo Diego Vecino para Crítica sobre Los padres de Sherezade de Daniel Guebel y me siento interpelado. Había hojeado el libro, pero no estaba de ánimo para ese aire entre fabuloso y decadente que proponía. La reseña, sin embargo, me devolvió al asunto y me fuerza, de alguna manera, a dar mi versión. ¿Por qué? Digamos que se trata de un desafío. Es simple argumentar por qué un libro no te gusta, y es más difícil ya decir por qué un libro te gusta, pero lo realmente complicado es explicar por qué un libro te resulta indiferente.

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Ranking semanal

Lo más vendido la semana pasada:

recorre los campos azules

  1. Recorre los campos azules, Claire Keegan
    Eterna Cadencia
  2. Los detectives salvajes, Roberto Bolaño
    Anagrama
  3. El chino, Henning Mankell
    Tusquets
  4. Llamadas telefónicas, Roberto Bolaño
    Anagrama
  5. Cómo ser buenos, Nick Hornby
    Anagrama
  6. Llamadas de Amsterdan, Juan Villoro
    Interzona
  7. Los padres de Sherezade, Daniel Guebel
    Eterna Cadencia
  8. The Palermo Manifesto, Esteban Schmidt
    Emecé
  9. Espejos, Eduardo Galeano
    Siglo XXI
  10. El discurso vacío, Mario Levrero
    Interzona

[Ver el ranking anterior].

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Presentación: La novela luminosa, de Mario Levrero (Mondadori 2008)
Charla abierta entre Luis Chitarroni y Damián Tabarovsky.
Desgrabación: P.Z. Cuarta y última parte. [Leer la tercera parte]

la novela luminosa #2

Luis Chitarroni: Pero es muy increíble también cómo absorbe cada uno de los temas. Porque el tema de la beca Guggenheim, uno podría pensar que si alguien lo agarra, lo banaliza inmediatamente o lo convierte en un acto de pleitesía un poco asqueroso, ¿no? Pero él sabe tratarlo, como vos decís, como si fuera un libro de autoayuda, de bálsamo, que le devuelve la posibilidad de escribir acerca de la imposibilidad de escribir.

Damián Tabarovsky: Ese «Gracias, Señor Guggenheim», extraordinario. ¿Quiénes habrán sido los padrinos de Levrero para la Beca Guggenheim?

Luis Chitarroni: Es una buena pregunta.

[Intervención del público]: El habla en la novela de alguien que lo presenta, que lo postula en el ’78.

Damián Tabarovsky: Son cuatro los que lo tienen que presentar.

[Intervención del público]: Una pregunta. Yo la novela no la leí, pero la abrí al azar y apareció una frase que decía que a él le gustaría quedarse en la cama y no levantarse más. Le gustaría hacer lo que hizo Onetti: quedarse en la cama y no levantarse más. Pero la única diferencia es que Onetti tenía quien lo cuide. Parecería que ahí hay una especie de antagonismo implícito, ¿no?  «Onetti puede hacer esto porque tiene quién lo cuide, a mí no me cuida nadie».

[Intervención del público]: Me parece que la gran diferencia es el humor. Lo que lo distingue a Onetti de Levrero es el sentido del humor. Levrero es una persona con sentido del humor, a Onetti no me lo imagino con una carcajada.

Damián Tabarovsky: Salvo que son uruguayos, no los pondría en una serie a Onetti y a Levrero.

Luis Chitarroni: Salvo por ese placer horizontal. No sé si cabría Levrero con esa agüita de Onetti que era siempre un whiscacho, ¿no? Como el que tengo aquí. Es rara también esa lucidez de Levrero, aunque uno encuentra también en escritores como Osvaldo Lamborghini -quien uno sabía que estaba escribiendo probablemente con muchas pastillas encima y con mucho alcohol- una sobriedad esencial cuando escriben, ¿no?

Pero también en este libro hay una cuestión del coleccionismo, el coleccionismo de literatura policial, sobre todo de la literatura que supuestamente los escritores no leen, y de ese raro prodigio que es Rosa Chacel. Curiosamente menciona, para mí, lo menos interesante de Rosa Chacel. Rosa Chacel tiene un libro que se llama Icada, Nevda, Diada, que para mí es uno de los cuentos más increíbles que se haya escrito en español. No lo recuerdo claramente pero es como que hay una asociación de lingüistas que sólo pueden producir el término cero, y el término cero a su vez, produce, estas tres palabras, que son «icada, nevda, diada». Es un libro acerca de la generación de la palabra, como creo que La novela luminosa es. Porque creo que un hombre que estaba acostumbrado a la rutina de sequía, de poco estímulo, por lo menos de Levrero, generar una página u obligarse a escribir una página tiene también eso de generación de la palabra…

A mí me hizo acordar -perdoná por la referencia-, porque el tema de La novela luminosa es también el tema de muchas primeras novelas. Me hizo acordar a la primera novela de Damián Tabarovsky, que se llama Fotos movidas, que trata de este tema.

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Las reediciones de Sexo y traición en Roberto Arlt e Introducción a la lectura de Jacques Lacan, ambos de Oscar Masotta, fueron muy bien recibidas, tanto por el público, como por la prensa. Ayer, Ana Prieto entrevistó para Clarín a Leonora Djament, directora de nuestro sello editorial, que dejó ver la alegría que produce reeditar obras tan necesarias, injustamente olvidadas.

«Reeditar libros que han estado tanto tiempo lejos de la posibilidad de adquirirlos, es como desanquilosar una biblioteca o un pensamiento (…) Creemos que estas publicaciones son un sacudón a ciertos lugares comunes del presente. El texto gana con la lectura necesariamente distinta de hoy, y el presente gana la posibilidad de ampliar su comprensión. El libro sobre Arlt, por ejemplo, puede ayudar a pensar cuál es la relación entre literatura y sociedad y literatura y política en este principio de siglo.»

Además, sobre el final de la nota adelanta nuestra intención de reeditar a Jaime Rest en 2009: El laberinto del universo. Borges y el pensamiento nominalista.

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Lecturas Navideñas

Por P.

El de ayer fue un día hiperproductivo en cuanto a cantidad de lecturas, aunque no estoy muy seguro que lo haya sido en cuanto a su calidad. Fue uno de esos días en que me paseo por una gran cantidad de libros, enganchándome con algunos y no pudiendo leer más de 2 páginas con otros.

El día empezó con una relectura. Requena, de Alejandro García Schnetzer, de editorial Entropía, fue el elegido para comenzar. Un librito corto, sin mucho hilo, que se puede leer con restos de efluvios alcohólicos de una Nochebuena. Recuerdo que cuando lo leí a mitad de año, me pareció un libro distinto, por su forma personal de escribirlo, con un estilo despojado de actualidad.

El libro, escrito en forma de apostillas, está basado en la relación (casi de idolatría) que construyen un grupo de amigos con Requena, un tipo «raro» a quien conocieron en un bar de Palermo, en donde paraban a charlar de literatura, filosofía y otras yerbas. El Maestro, como llamaban a Requena, es una persona solitaria -de esos solitarios que siempre andan acompañados- y muy erudita, con un gran sentido de la ironía y el humor. Un libro para saborear. Recomiendo leer una reseña más elaborada en LLP.

Luego fue el turno de un manuscrito, que por razones obvias no puedo revelar su origen ni su autoría. Una novela corta que la leí en un rato, igual que un par de cuentos de otro manuscrito, del cual tampoco revelaré nada, excepto que me gustaron, al igual que la novela.

Luego, y más entrada la tarde, fue el momento de la confusión, la apatía lectora y mi ataque compulsivo de dejar lecturas al cabo de un ratito. Pasaron por mis manos -y mis ojos- 20 páginas de Palacio Quemado, de Edmundo Paz Soldán, 30 de La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, un cuento de Felisberto Hernández y otro de Mario Levrero.

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Presentación: La novela luminosa, de Mario Levrero (Mondadori 2008)
Charla abierta entre Luis Chitarroni y Damián Tabarovsky.
Desgrabación: P.Z. Tercera parte. [Leer la segunda parte]

la novela luminosa #3

Damián Tabarovsky: Pero lo que yo te quiero preguntar, que me llamó mucho la atención, en la página 4 del texto que leí mientras lo leías vos, decís la palabra costumbrista. «Examen costumbrista». Nunca había escuchado sobre Levrero la palabra costumbrista.

Luis Chitarroni: Yo creo que en eso tiene el gran peso, y el bello peso, de la tradición costumbrista uruguaya, de la que no se aparta ni Felisberto. Hay un libro de Felisberto que para mí es extraordinaria, que es Por los tiempos de Clemente Collins, que es una semblanza costumbrista. Que después uno podría pensar que en Felisberto ocurre lo contrario, que él le da una dimensión fantástica a lo que es un registro de escritor de semblanzas, de reseñas, ¿no?

Damián Tabarovsky: Vos sabés que es increíble lo que estás diciendo, o por ahí lo sabías, pero Gandolfo, que lo trató mucho, dice que ese era uno de los libros favoritos de Levrero.

Luis Chitarroni: ¡Qué bueno! No lo sabía. Ahí cuenta una cosa absolutamente maravillosa, que solo la percepción de Felisberto puede transmitir y es un cuento corto en muy pocos renglones. El dice que Clemente Collins, su profesor de piano, que era negro, dormía con la ropa puesta. Entonces él llega una mañana temprano a la casa y ve que tiene los zapatos resplandecientes y piensa «qué noche terrible habrá tenido Clemente Collins». Porque esos zapatos se los han lustrado evidentemente las sábanas. [Risas] Pero bueno, esa es la percepción única de Felisberto. Como tiene una percepción también Levrero. Yo no sé si, como se decía antes, un poco peyorativamente, es más retórico.

Damián Tabarovsky: Sí, yo no sé si lo veo a Levrero en esa línea. Sí en otra línea, como a Felisberto y otros, porque hay una excentricidad uruguaya. Hay como un mundo de excéntricos uruguayos.

Luis Chitarroni: ¿No tenés latidos a la noche «¡Quiero ser uruguayo, quiero ser uruguayo!»? «¡Quiero ser oriental!»

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La rehabilitación del trabajo

Por Rafael Barrett*

En nuestra sociedad el trabajo es una maldición. La sociedad, como el Dios del Génesis, castiga con el trabajo, ¿a quién? A los pobres, porque el único delito social es la miseria. La miseria se castiga con trabajos forzados. El taller es el presidio. Las máquinas son los instrumentos de tortura de la inquisición democrática.

Hemos envenenado el trabajo. Le hemos hecho temer y odiar. Le hemos convertido en la peor de las lepras.

¡Y pensar que el trabajo será un día felicidad, bendición y orgullo, que quizá lo ha sido en sus orígenes! Mientras escribo estas líneas, mi hijo -de dos años y medio- juega. Juega con tierra y con piedras, imitando a los albañiles; juega a trabajar. La idea de ser útil germina en su tierno cerebro con alegría luminosa. ¿Por qué no trabajan los hombres, alegres y jugando, como trabajan los niños? El trabajo debe ser un divino juego; el trabajo es la caricia que el genio le hace a la materia, y si la maternidad de la carne está llena de dicha, ¿no ha de estarlo también la del espíritu? Y he aquí que hemos prostituido el trabajo; hemos hecho de la naturaleza una hembra del lupanar, servida por el vicio y no por el amor; hemos transformado al obrero en siervo de eunucos y de impotentes.

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Ensayo destacado

Consultado por Página 12 Luis Gusmán destacó la reedición de Sexo y traición en Roberto Arlt, de Oscar Masotta como uno de los mejores libros de ensayo del año:

“Masotta inventa dentro del propio libro una polémica con los lectores de Arlt de su tiempo para que su posición, a medida que avanza la exposición, se vaya diferenciando de los otros autores. Si estas presunciones tiene algún grado de ‘verdad’, el libro va a seguir encontrando nuevos lectores.”

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Por P.D.

Seguimos sumando títulos para recomendarles a quienes se inician en la lectura. En mi caso, hay unos cuantos clásicos de la literatura argentina culpables de lo que hoy es una adicción literaria. El primer libro que leí «en serio» fue El túnel de Ernesto Sábato, una novela corta, atrapante, que combina perfectamente el amor y la locura, con un comienzo que aún hoy recuerdo («Bastará decir que soy el hombre que mató a María Iribarne…»). Luego vinieron una sucesión de libros que me dejaron marcas indelebles en aquellos tiempos. Octaedro de Cortázar, que luego me parecería uno de los mejores libros de cuentos de Julio (y Rayuela, un imperdible); Amor brujo de Arlt, otra novela de amor, valiosa y no tan conocida como el resto de su obra; Ficciones de Borges, casi una imposición paterna, que comprendí cabalmente varios años después; 20 poemas para ser leídos en el tranvía y Espantapájaros de Oliverio Girondo, que me inició en la poesía y a su vez despertó mi interés por toda la polémica Boedo-Florida, y la movida intelectual de esa época.

Otros clásicos de la literatura extranjera que agradezco haber conocido en la adolescencia fueron los que me llenaron de misterio, suspenso, y casi fantasía. Entre ellos recuerdo a Edgar Allan Poe con sus Narraciones Extraordinarias, cuentos perfectos que sostienen la tensión hasta el final, para que ningún lector joven (y no tanto) intente escapar; Oscar Wilde con el Retrato de Dorian Grey, personaje paradigmático de la literatura; Dr Jekyll y Mr Hayde de Stevenson, una historia muy entretenida que muestra de alguna manera las dos caras que todos llevamos adentro; La metamorfosis de Kafka, que es una de las grandes obras de la literatura universal sobre el tema (además de hacer que uno, siendo chico, cada día despierte viendo si es el mismo o se ha convertido en otra cosa); Fahrenheit 451 de Bradbury, una gran historia de ciencia ficción; Hamlet y Romeo y Julieta de Shakespeare, ambas obras de teatro excelentes para iniciarse en el género, con tópicos afines a cualquier adolescente, como son la locura, el poder, y el amor imposible. Y por último, la Apología de Sócrates de Platón, uno de los mejores alegatos al respeto de los principios, la dignidad, los valores, y la justicia, a los que un ser humano puede aspirar.

La lista es mucho más larga….así que seguimos escuchando ofertas.

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Policiales /1

Por P.

Sumándonos a las recomendaciones para adolescentes, abrimos una lista de novelas policiales. Aquí, tal vez, los mejores del año:

Hacé que la noche venga,
de Leonardo Oyola

Leonardo Oyola es a mi criterio uno de los mejores  escritores -sino el mejor- de policiales de nuestro país. Tuve la suerte este año de leer tres libros de él y, aunque con distintos matices, me cautivaron de principio a fin. De esos tres libros, sólo Hacé que la noche venga está publicado en Argentina, los otros dos, Chamamé y Gólgota, llegarán, eso espero, el año próximo.

Si quieren empezar a descubrir a un muy buen escritor argentino, Hacé…. es una lectura obligada para las vacaciones.

El Chino,
de Henning Mankell

Dice un duende que habita la librería -gran lector de policiales, y sobre todo de Mankell- que la última novela del sueco -ya sin el mítico Wallander- es la novela negra del año. De Mankell sólo leí Asesinos sin rostro y Los perros de Riga, que me encantaron, pero si Dr. Pakus lo dice, me animo a recomendar con los ojos cerrados El Chino.

El Secreto de Christine,
de Benjamin Black

John Banville, reconocido escritor irlandés, bajo el seudónimo de Benjamin Black, se despachó el año pasado con una novela negra, que se destaca por su escritura casi perfecta, en donde todas las palabras se saborean, además por supuesto de la trama. Este año llegó El otro nombre de Laura, que todavía no la recomiendo, pero sí se que la voy a leer en este verano. Después les cuento.

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Página 12 realizó una encuesta a escritores e intelectuales sobre cuáles fueron los mejores libros del año. Entre muchos y muy buenos –76, Los domingos son para dormir, Villa Celina, etc- nos enorgullece que hayan incluído dos de nuestra editorial: Los padres de Scherezade, de Daniel Guebel, y Frío en Alaska, de Matías Capelli:

los padres de sherezadeDe Los padres de Sherezade han dicho:

“Guebel ha conseguido con los años un manejo del lenguaje admirable y encantador y desde ese lenguaje trama hermosas historias que invitan a pensar, que es bastante más de los que se le puede pedir a la literatura.” (Damián Ríos)

“Son relatos desequilibrados e inestables, de los que no nos importan tanto sus historias como ese milagro de actualidad que las mantiene en suspenso (…) Ese suspenso nos lleva directamente a lo imposible (…) Contra la idea clásica del cuento como el género en el que habría que saber administrar las fuerzas que lo componen, estos relatos son ejemplos de una literatura antieconómica, incendiaria y movediza. Basta con que la busquemos aquí para que aparezca allá.” (Juan José Becerra)

“Condensa las claves constantes de la obra narrativa de un notable escritor.” (Juan Martini)

Frío en Alaska fue elegido por Graciela Speranza y Oliverio Coelho:

“Invención narrativa, sensibilidad urbana contemporánea, prosa suelta pero precisa y una biblioteca renovada que se abre a otras literaturas y otros cines. ¿Qué más pedirle a un primer libro?” (Graciela Speranza)

“Cuatro relatos sobre un hombre gris que tienen el tono levemente irónico y desencantado al que toda buena literatura debería aspirar.” (Oliverio Coelho)

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Presentación: La novela luminosa, de Mario Levrero (Mondadori 2008)
Charla abierta entre Luis Chitarroni y Damián Tabarovsky.
Desgrabación: P.Z. Segunda parte. [Leer la primera parte]

la novela luminosa

Damián Tabarovsky: Yo recibí un flyer que decía «charla abierta» (o diálogo privado, terminó siendo) [Risas] No preparé nada por escrito, pero sí dos o tres interrogaciones. Dudas que me genera Levrero. Sobre Levrero hay cosas que pueden ir más allá de Levrero. Son dos o tres preguntas casi sobre… ¿la esencia? ¿Sería la palabra? La esencia de la literatura, o algunos problemas muy específicos de la literatura. Y que tiene que ver con dos preguntas que se hace Barthes. Cómo Levrero logra salir airoso de una serie de problemas que generalmente fracasan los escritores. Uno es el tema de la relación entre neurosis y literatura.

Luis Chitarroni: Claro.

Damián Tabarovsky: La literatura es una forma de neurosis y cuando la trata como tema se convierte casi en una cosa redundante. Ahí hay una frase de Barthes, que para mí explica un poco a Levrero, que dice «loco no quiero, cuerdo no puedo, solo sé siendo neurótico». Una condición de imposibilidad. Levrero no es que no relata una historia: relata la historia de que no se pueden relatar historias. Ahí está la neurosis, el proceso recursivo. Cuenta la historia que ya no puede contarse una historia.

Y la otra es una cosa más personal, para mí es el otro autor que está detrás de Levrero, -aunque uno, obviamente es Kafka, como acaba de decir Luis, aunque Luis le dio una vuelta de tuerca a ese casi lugar común Levrero-Kafka; está demasiado dicho-, que es Proust. Por lo menos en La novela luminosa y en El discurso vacío, hay guiños proustianos. También me acuerdo de otra frase de Barthes que es una frase, que para mí toca dos puntos sensibles como lector, e inclusive como escritor, que es la relación entre vida y obra. El gran tema de la literatura, para alguien como yo que menosprecia la vida. Y también la obra, que es una categoría fetichista y pequeñoburguesa en función de algo que también fue muy mitificado que en algún momento en los setenta y los ochenta se llamaba «texto». Entonces me gusta defender el texto. Vos que sos de la revista Sitio.

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Leonardo de Mi plan leyó Frío en Alaska, de Matías Capelli y, propuesta intersante,  exploró en busca de las raíces literarias de la novela:

«Frio en Alaska de Matías Capelli posee una prosa rápida y liviana, una escritura suelta que oscila, por momentos, entre la frialdad de Houellebecq y la narrativa de Bolaño. La escritura de Capelli es más luminosa que la del francés y el chileno, parece renovada y fresca.

En el primero de los cuatro relatos que integran el libro, y que hasta pueden dar la impresión de novela fragmentada, tiene algo de Fogwill en el sentido que incorpora precios y valores en libras, así también suma algunas marcas, gesto que se ve solo en ese primer texto y que esta bien administrado».

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Libros para adolescentes /2

Por P.Z.

Antes que nada, quiero agradecer a quienes desde los comentarios de la primera nota fueron aumentando la lista. Estamos armando una suerte de red -¿no?- entre libreros y lectores. Mañana P. -y tal vez Dr. Pakus– se suman a recomendar más libros.

Ahora sí, seguimos:

Siddhartha, de Herman Hesse

Siddhartha fue el libro con el que abandoné la literatura infantil. Mis lecturas eran Buffalo Bill, Miguel Strogoff, algunos de la colección Robin Hood. Siddhartha fue un impacto, una revelación. Hace poco me enteré de una casualidad que, sin embargo, me enorgullece: el libro que «le cambió la vida» a Abelardo Castillo también fue uno de Hesse: El lobo estepario.

Siddharta es una novela épica, inspirada en la vida de Buda. Puede entenderse como el camino de un joven hacia la iluminación, pero también como la búsqueda de identidad, el deseo de libertad, el compromiso con uno mismo. (Todo esto lo entendí mucho después, claro, sin embargo en aquel momento fue todo un descubrimiento: había otros libros, otros mundos por leer. ¡Ah! y, por favor, no tiene nada que ver con Paulo Coelho).

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los padres de sherezade Silvina Friera entrevista hoy a Daniel Guebel en Página 12. Pegamos las primeras tres preguntas, pero recomendamos la nota entera. Y además, Daniel cuenta por qué nos eligió para editarlo.

¿Por qué en una primera instancia los relatos de Los padres de Sherezade comparten una zona que podría definirse como “europea”?

La novela de la que se desprendieron estos cuentos empieza a mediados del siglo XVIII en Europa y termina a mediados del XX en la Argentina, buena parte de esos dos siglos y medios transcurren en Europa, y eso me permitió recorrer una zona de manera programática. El primer título de este libro iba a ser Lecciones de Literatura Europea, que es como un chiste al título de Nabokov. El título completo debería haber sido Lecciones de Literatura Europea impartidas por un argentino ignorante (risas).

En Un sueño de amor, el narrador advierte que Natasha había aprendido a tomar los hechos de la vida como una representación. Otros relatos, ya sea por los diálogos, o por las escenas, también presentan hasta cierto punto una “atmósfera teatral”. ¿A qué se debe esta recurrencia?
El primero de los cuentos tiene una materia teatral pero en el fondo no es más que un diálogo, una pequeña escena. Esto no lo califica ni descalifica. Textos que son tomados como ejemplos de cuentos, como Los asesinos de Hemingway, me parecen un fragmento de guión cinematográfico; el cuento Esa mujer, de Rodolfo Walsh, es un fragmento de pieza teatral. La pureza de los géneros es una preocupación para veterinarios y nazis, que son lo mismo. En relación con la presencia de lo teatral aparece la cuestión de “contar una escena”. El que monta una escena lo hace para otra persona, que se incorpora o no a la acción. Uno puede pensar en el modo en que Hamlet monta la escena de representación para producir un impacto que le permita descubrir la verdad en los ojos del tío. Pero también se puede pensar en Sherezade representando ante Shahryar un cuento para simular la verdadera escena que está construyendo, que es el hijo que está gestando de Shahryar.

Es curioso que los desprendimientos de El absoluto los pueda terminar y publicar aunque aún no haya terminado esa novela tan anunciada.
Como es un libro interminable, no está mal que un escritor genere su propio mito, pero me temo que lo voy a terminar. Siempre es más grande la expectativa que la realización. El que es un maestro en la promesa de terminar es Piglia. Tengo competidores insuperables (risas).

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