Por Clara Levin.
La reseña anterior que hice sobre el libro Alex quiere un dino de Oram y Kitamura (FCE) me dejó con ganas de releer en Donde viven los monstruos de Maurice Sendak (recientemente re-editado por Alfaguara), cosa que no fue difícil porque es uno de los libros de cabecera de mis hijas.
El libro, escrito originalmente en inglés y publicado en 1963 por Harper & Row, lleva vendidas más de tres millones de copias en los Estados Unidos, ha sido traducido a cantidad de idiomas, incluyendo el español, el danés y el afrikaans y continúa siendo un bestseller al día de hoy. Su autor e ilustrador fue ganador del Caldecott Medal, el Hans Christian Andersen International Medal, el American Book Award, el Laura Ingalls Wilder Award, el National Medal of Arts y el Astrid Lindgren Memorial Award for Literature, entre otras distinciones. Este libro en particular ha inspirado una adaptación a dibujos animados (Gene Deitch, 1973), una ópera infantil (Oliver Knussen, 1980), un ballet (Randall Woolf, 1997), una canción (Metallica, 1997), un musical (Emerald City Theater Company, 2004) y una película que está actualmente en posproducción (Spike Jonze). No se trata de cualquier libro.
Escrito con apenas diez oraciones, menos de trescientas cincuenta palabras y un lenguaje sencillo, Sendak crea una alegoría de las emociones complejas de los niños. Las ilustraciones son deleitables y captan magníficamente el enojo y las fantasías del protagonista Max.
El libro narra la historia de un nene, Max, que, una tarde, disfrazado de lobo, hace travesuras y destrozos en su casa hasta que su madre lo castiga mandándolo a la cama sin cenar. Una vez en la habitación, Max imagina que está dentro de un bosque, y luego imagina un océano y a sí mismo cruzándolo en bote hasta llegar a una isla de monstruos salvajes. En la isla, Max es nombrado rey de los monstruos, y orquesta un gran jaleo. Pero después de la jarana, Max comienza a extrañar la comida y las personas de su casa, y decide regresar, cruzando nuevamente el océano imaginario, a su habitación, donde descubre, al llegar, su cena sobre la mesa.
El personaje de Max es cautivante. Sus acciones, como perseguir al perro con un tenedor y responderle mal a la madre tras ser regañado, son verosímiles; y, por sobretodo, son verosímiles y complejas sus emociones. Max es alguien con quien cualquier chico de entre dos y seis años de edad puede sentirse identificado.
Sin embargo, o acaso por ello, Donde viven los monstruos desató polémica en 1963. Sus detractores señalaron dos ‘problemas’: que pone de relieve los deseos oscuros de los niños (por ej. Max le grita a su madre «¡te voy a comer!») y que asusta a los lectores con los monstruos del título y las ilustraciones. En cuanto a lo primero, sólo voy a remarcar que explicitar no equivale a incentivar (en el libro sucede todo lo contrario) y, en cuanto a lo segundo, que las ilustraciones, bien miradas, causan más gracia de lo que asustan. Supongo que cuarenta años de éxito sostenido le ponen fin a la polémica. En cualquier caso, lo que es cierto es que el libro innovó y transformó la literatura infantil imperante en la posguerra en Estados Unidos donde las narraciones eran, en líneas generales, blandas y pedagógicas y los héroes, sumisos y aburridamente buenos. El académico John Cech dice en su libro Ángeles y monstruos salvajes: la poética arquetípica de Maurice Sendak que Sendak marca un punto de inflexión en la literatura infantil americana a partir del cual los niños protagonistas «viajan a regiones de la psiquis que los libros del género no se habían animado a visitar antes».
El tema de fondo de Donde viven los monstruos es el autocontrol. La historia abre con un escenario de desenfreno: la casa está patas para arriba, el nene desbocado y la madre enojada. Todo se corta abruptamente cuando la madre castiga a Max y él reacciona con furia hacia ella (y hacia los límites que le son impuestos desde afuera, contra su voluntad). Al final de la historia, la casa está en orden, la madre ya no está enojada (provee comida) y el nene se reconcilia con sus circunstancias. Lo que sucede en el interín -el nudo fantástico de la historia- es el proceso por el cual Max recobra el dominio de sí y decide auto-imponerse límites.
En el discurso de aceptación del premio Caldecott, Sendak comentó sobre Donde viven los monstruos: «Suele pasarse por alto que en la primera infancia los niños conviven con emociones perturbadoras… que el miedo y la ansiedad son parte intrínseca de sus vidas diarias… y que constantemente se enfrentan a frustraciones. Es mediante la fantasía que los niños logran hacer catarsis. Es la mejor herramienta que poseen para domar a los Monstruos Salvajes.» [mi traducción] Creo que el libro da en el blanco al elaborar de manera sucinta y bella, conflictos reales de la infancia.
En Donde viven los monstruos, los monstruos epónimos son una manifestación estilizada de los deseos e impulsos de Max. Durante la travesía fantástica, Max los conquista y se reconcilia con sus circunstancias. La ‘isla’ de monstruos salvajes adonde Max desembarca es una especie de resort de lujo. Allí, durante un período como si fuera de vacaciones, Max puede divertirse descontroladamente y sus/los monstruos pueden actuar con desacato. Luego, Max vuelve, como de las vacaciones, con los monstruos domados y listo para enfrentar la realidad. La isla o resort de lujo, como yo lo llamo, no es otra cosa que la fantasía, y ahí radica un mensaje importante del libro: la fantasía es un país ficcional donde uno puede resolver conflictos reales.
Pero por sobre todas las cosas, el libro es bello, divertido, emocionante y entrañable; todas marcas de algo que no se puede dejar de leer.
Para los interesados en la obra de Sendak, otros libros suyos son: Chicken Soup with Rice, One was Johnny, Pierre, Outside Over There, In the Night Kitchen, entre otros. No encontré traducciones pero valen la pena para el lector angloparlante. Al igual que el libro que es objeto de esta reseña, exploran los sentimientos profundos de los niños, como el miedo a la oscuridad, los celos fraternales, etc.
Mi experiencia personal con Donde viven los monstruos es que los chicos jamás se cansan de escuchar la historia y la madre jamás se cansa de leerla.
Faltó comentar que la adaptación de la película que está realizando Spike Jonze está a cargo del escritor Dave Eggers, que también está escribiendo una novela basada en este hermoso libro de Sendak.
Saludos.
Un libro lindisimo.
🙂 Esta en mi biblioteca.
SIMPLEMENTE HERMOSO 🙂