Tres poemas de la italiana Antonella Anedda (Roma, 1958), cuya obra fue traducida y antologada al cuidado de Jorge Aulicino y publicada por Hilos editora: una obra donde «las cosas, inhabitables en esencia, son permanentemente habitadas».
Por Antonella Anedda. Traducción de Jorge Aulicino.
«Una de las obsesiones de Anedda es mencionar la topografía: la otra, los días, horas y estado del clima, como si el poema fuera producto sincrónico con esos datos (…) Otra de sus obsesiones es el nombre y la sombra. Esto es, aquellos miles de millones perdidos en la historia, muertos sin nombre, en guerras que continúan sin fin, como si la especie humana debiera negarse a sí misma. (…)
Aunque el propósito de esta poesía no es rendir testimonio de las bondades del mundo, hay lugares y momentos -los verá el lector- de íntima reconciliación a lo largo de los poemas. Y aunque no es esta una poesía de la felicidad (…) tampoco es una poesía desarrapada y amarga. Es una poesía tersa, si se quiere, y, por sobre todo, sensorial, como si estuviera en secreta posesión de la natural inocencia de los acontecimientos naturales y aun, a veces, sociales».
Del prólogo de Jorge Aulicinoa