¿Por qué tantos sociólogos se destacan en la literatura?
Por Patricio Zunini.
Biblioteca Nacional. El director es el sociólogo Horacio González.
Fogwill y Tabarovsky usaban lenguaje castrense para hablar de sus estudios universitarios: se decían sociólogos con retiro efectivo. Algunos meses atrás, Hernán Vanoli (su novela más reciente es Cataratas) publicó un muy buen artículo en el que planteaba una serie de malentendidos con respecto a la relación entre la literatura y la sociología: “Se habla de «literatura sociológica» como si alguna literatura pudiera estar por afuera de condiciones de producción, de condiciones de lectura, de circulación, por fuera del sistema de relaciones sociales que componen a la literatura”, decía. Lo cierto es que a un nivel más epidérmico, no deja de ser llamativo la presencia de los sociólogos en el ambiente literario argentino actual. ¿Por qué tantos sociólogos se destacan en la literatura? Eugenia Zicavo, Diego Grillo Trubba, María Pía López, Gustavo Ferreyra y Hernán Vanoli buscan responder a este interrogante.
Como todos los encuestados en esta nota, Eugenia Zicavo es socióloga: “La sociología”, define, “es un campo conformado por una sumatoria de teorías, muchas veces enfrentadas entre sí, que intentan explicar la lógica de la vida en sociedad —sus logros, sus absurdos, sus negaciones y estafas— y brindan insumos muy potentes para analizar cualquier producción social, incluida la literatura”. Actualmente Zicavo es la frontwoman del programa “Libroteca” que sale por el Canal de la Ciudad y es la columnista literaria de “No somos nadie” (Radio Metro). “Como periodista cultural”, sigue, “la sociología te da herramientas para hacer lecturas más ricas de los textos literarios porque —aún a pesar de la voluntad de sus autores— te permite ubicarlos en un contexto histórico, estético y cultural que no es independiente de sus condiciones de producción.”
Diego Grillo Trubba, autor de La mafia política entre otros títulos, hoy trabaja como periodista en el diario Perfil. Su planteo tiene un sesgo más bien pesimista: “La sociología es una carrera sin salida laboral ni orientada a capacitar a sus estudiantes al ámbito laboral; al menos durante la década del ’90, que fue cuando estudié. Entonces, la entelequia teórica se vuelve atractiva para aquel que no desea ejercer lo que estudie. De más está decir que no ejerzo como sociólogo. Pero me dio una cierta amplitud en la forma de mirar el mundo y una pizca de sistematicidad a la hora de encarar la planificación de una novela.”
El Museo del Libro y de la Lengua depende de la Biblioteca Nacional. La curiosidad es que, tanto Horacio González, director la Biblioteca, como María Pía López, directora del Museo, son sociólogos. López arriesga una hipótesis vinculada al goce estético. “Las ciencias sociales”, dice, “tienen una fuerte dimensión retórica y en algunos casos resultan fronterizas con la literatura. Ningún científico querría reconocer esto, pero los que somos ensayistas, sabemos que hay algo del placer de la escritura, de pensar la materialidad de la lengua, que te acerca a la literatura. La sociología implica muchas lecturas y los clásicos de la sociología —pensemos, por ejemplo, en Marx— fueron grandes escritores. Entre el lector gozoso y el escritor suele haber solo unos pasos, porque el camino es inclinado. Por otro lado, el sociólogo tiene un tipo de ingenuidad distinta a la del crítico literario, que es más consciente de sus mecanismos de escritura.” De todos modos, López propone considerar al panorama como un espacio diverso en el que se incluyen personas “como Hernán Ronsino, que muy rápidamente decidió su vocación literaria aunque estudiara sociología, Gustavo Ferreyra, en cuya literatura se traman los saberes más diversos, y Horacio González, que escribe ficción en el mismo impulso que venía trabajando la lengua ensayística.”
Justamente el recién mencionado Gustavo Ferreyra dice que, si bien la carrera le dejó poco en concreto, “hay un sustrato nutricio del que no debería renegar, aunque de todas maneras lo haga. ¿Por qué? Porque desde que me recibí no leí prácticamente nada de sociología que no fuera por obligación laboral. He leído filosofía y desde ya literatura y no me arrepiento.”
Como sociólogo, Hernán Vanoli se dedicó a investigar las dinámicas del espacio de la edición literaria en el país: “Hablando mal y pronto, el campo editorial argentino fue un agente de vanguardia para el desarrollo de lo que podría pensarse como un campo literario en la Argentina del siglo XX, y quizás también del siglo XXI. No es que el campo literario produjo espacios homólogos de edición, sino que los escritores, intelectuales, muchas veces políticos o militares a principios del siglo pasado, se dedicaron con tesón y persistencia a profesar la religión literaria a través de una serie de prácticas innovadoras, siempre en una delicada y espinosa relación con el devenir de la política. ¿Qué diferenció a un proyecto como el de Eudeba con otro como el del Fondo de Cultura Económica de México, dos casos excepcionales en América Latina? ¿Cómo influyeron los editores en las políticas culturales? De este tipo son las preguntas que la sociología puede hacerse. La carrera me dio herramientas para pensar la especificidad y la ambivalencia del rol del editor, su lugar como mediador pero también como agente que interviene de formas activas en el lugar que lo literario va dibujando en la imaginación pública.”
q me acuerde ahora faltan en la lista N.Moret, C.Ferrer..