El escritor y director de arte uruguayo, autor de Perro de aeropuerto, elige sus cinco citas favoritas de La niña del pelo raro de David Foster Wallace.
Selección de Claudio Burguez.
«Ambrose en persona le dijo a Mark Nechtr que el problema de la gente jóven que ya empezó en los sesenta, era que tienden a vivir de modo demasiado intenso dentro de su momento social y por lo tanto a ver toda la existencia más allá de los treinta años como algo poscoital. Entonces se relajan se convierten en animales tristes y se retraen para contemplar que la vida en vez de ser una película para mayores de dieciocho años, o incluso de trece, en realidad casi nunca llega a distribuirse. Tiende a ser demasiado lenta.»
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«D. L. estaba extremadamente delgada. Delgada de una manera que no transmitía delicadeza sino una especie de tacañería a la hora de repartirse a sí misma a su alrededor.»
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«Es lo que hacen los publicistas, se apuestan todo lo que tienen por la crítica, la atención, el deseo, el miedo, el amor y el matrimonio entre la franquicia y el mercado. Por la retención de imágenes. Por la lealtad a las marcas. Por las ventas. ¡Por la vida! Así es como afrontan sus retos los publicistas: uno acepta lo que es indudablemente cierto, todo aquello que no se puede evitar que la gente quiera que sea como es.»
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«Es el aquí. Es el ahora. Las bellezas por venir deberán ser nuevas. La invité a ver el renacimiento de un cristal: frío y plano como una pastilla. Fibras brillantes parpadeando en matrices estéticas bajo un floreciente amanecer de sodio. Lo que nos conmueve y por tanto nos guía es lo que está vigente. Preveo el surgimiento inminente de una enorme desnudez, de una limpieza inmensa que borboteará en todos los rincones del significado. Huelo cambios, que traerán consigo alivio, igual que la húmeda promesa de un chaparrón de verano. Una nueva era y una nueva comprensión de la belleza como campo y ya no como lugar geométrico.»
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«Se acabaron los conceptos uni-objetivos, la contemplación, el cálido efluvio de los tréboles, los regazos que respiran agitadamente, las historias como símbolo, los colosos. Se acabó el hombre, el apoyar la frente en el puño, el llevarse la mano al escote, entendidos en términos de mamporros, de ruidos sordos, de naturaleza agitada, una naturaleza a su vez concebida como algo coloreado, dotado de forma e investido de un olor, algo que ofrece significado en virtud de sus cualidades. Se acabaron las cualidades. Se acabaron las metáforas. Números de Gödel, gramáticas libres de contexto, autómatas finitos, funciones de correlación y espectros. Un aquí que ya no sea sensual sino causal y eficaz. Un aquí entendido de la manera más íntima.»
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Todas las citas fueron tomadas de La niña del pelo raro de David Foster Wallace, Debolsillo.